Circe Maia, Un viaje a Salto, Las Afueras, Barcelona, España, 2021, 96 pp.

 

La realidad externa, el centro íntimo

 Reseña Diego Alfaro Palma

En la primavera de 2018 fui invitado a Montevideo a dar una lectura de poesía en el Centro Cultural de España. En la lectura me acompañaba el escritor Roberto Appratto y quien organizaba era Pablo Silva Olazábal, también escritor y locutor de Radio Nacional. Así que, para asistir a tamaña cita, tuve que tomar el buquebús desde Buenos Aires: atravesar en un catamarán el lodoso y contaminado Río de la Plata, y luego avanzar por tierra el campo verde del Uruguay. En ese trayecto me encontré con una imagen: entre las lomas que subían y bajaban suavemente en el paisaje apareció una casa de concreto, rectangular, con el blanco de su pintura ajado por la lluvia y la humedad, con un parrón a su costado izquierdo, una huerta y una serie de árboles que la rodeaban; detrás de ella, la amplitud del verde y el celeste.

Esa imagen quedó en mi memoria casi como una definición de la Banda Oriental, ya que esa casa me parecía haberla había visto con anterioridad en la poesía de Idea Vilariño, Amanda Berenguer, Marosa di Giorgio, Ida Vitale, Cristina Peri Rosi y Circe Maia. Estos nombres constituyen una de las constelaciones más importantes de la poesía latinoamericana contemporánea; resulta imposible eludirlas, pasarlas de costado, menos cuando en su poética está tan presente la relación entre el afuera y el adentro, entre la naturaleza, la mente y el cuerpo; en todas estas poetas la vida vegetal, sus movimientos, su manera de crecer y enredarse, de erotizarse en una casa, en la palabra, de aprehender una liviandad que es la liviandad de un cuerpo libre, son fundamentales: el mundo vegetal parecería ser la metáfora de un lenguaje movedizo, de un lenguaje que busca captar otras formas de percepción. En especial en la poética de Circe Maia (Montevideo, 1932) y que ella lo define con estas palabras: “la poesía es una mirada que nos lleva hacia la realidad externa, sin dejar de irradiar desde un centro íntimo”.

La casa y la naturaleza son dos presencias importantes en lo que escribió, como si la poesía tuviera la capacidad sorprenderse siempre y reflexionar desde lo mundano, frágil y cotidiano para transformarlo desde ese centro íntimo: la poesía de Maia es la de una voz que piensa y que se toma su tiempo para rodear los objetos, tal y como una enredadera posa su ramas sobre una reja para acercarse más al sol. Y su novela Un viaje a Salto trabaja justamente con estas maneras de percibir: una novela que habla del dolor y la ansiedad, del dolor y la ansiedad de un uno y de un otro. La escribió en Tacuarembó en 1987 y retrata los viajes, encuentros y esperas que mantiene una mujer y su hijita para visitar a su marido, detenido por las fuerzas militares en pleno comienzo de la dictadura uruguaya.

Las novelas de poetas siempre son, en sí, una extensión en prosa de la ductilidad ganada en el verso. Pienso, por ejemplo, en Vesania de Cecilia Casanova o La obscena señora D de Hilda Hilst: transferencias de una manera de decir de una forma a otra. Circe Maia logra, en Un viaje a Salto, reconducir esas labores que realizaba en los poemas en prosa de su libro Destrucciones (también de 1987), para mantenernos atados en menos de cien páginas a un relato vibrante, vívido, frondoso en preguntas: ¿cómo estará él?, ¿habrá escrito una carta?, ¿cuánto tiempo tendremos?, ¿qué tan cerca podrán estar nuestros cuerpos?, ¿los guardias serán benéficos?… Cada página de Maia equivale a unas 60 páginas de una novela convencional; el lenguaje está tan constreñido, tan cargado de revelaciones y ansias por sentir, que uno cae rendido ante la honestidad de su literatura. Si este libro cayera en tierra, posiblemente crecería de él ceibo con sus flores rojas, junto al muro de pintura desgastada.

Ida y vuelta a la casa, de la prisión al jardín. “Salgo afuera, al fondo, entre árboles. Aire tibio que no han de sentir más, luz que no las alumbra ya […] Vuelvo a entrar. Te veo ahora a ti en la celda, junto a la ventana”. Ella pregunta a qué hora apagan la luz, él contesta que nunca lo hacen. Ella pregunta qué escuchan, él responde que a veces música de un tocadiscos y, en otras, los gritos de los torturados. “Tu imagen y el sonido de tu voz me duran todo el resto del día y todo el día siguiente. Haga lo que haga, mentalmente estoy todavía en la visita”.

Uno lee y está en la visita; desea que se concrete, que lleguen a mirarse, que la hijita lleve un dibujo al padre, que se toquen las manos. La distancia avanza mientras la dictadura avanza. La humanidad retrocede entre más cruento se vuelve el proceso. Las noticias empeoran alrededor: redadas, suicidios. La novela se convierte en una mente que piensa las rutinas, los adentros y los afueras, los meses que pasan como horas, y al encontrarse en el penal o en el tren a Paso los toros: “frenar el impulso fortísimo que tendía a arrojarnos a uno en el brazo del otro”.

Cuando me quedaban horas para abandonar Montevideo, luego de haberla caminado de punta a punta, Pablo Silva se me acercó con su compañera y dijo que me tenía un regalo importante. Se trataba de un ejemplar de la Obra poética de Maia publicada por las Ediciones de la Biblioteca Nacional. Ese regalo terminó siendo oro en mis manos. Sé ahora que un día de 1972 los militares irrumpieron en la casa de Maia y detuvieron por dos años a su compañero, mientras ella quedaba con su hija recién nacida. Sé que Un viaje a Salto es una novela para no olvidar, para dejar constancia, no perder detalle, la historia de otra y la voz de otras: la voz de las que esperan y buscan, como la de las Madres de Plaza de Mayo o la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Entonces pienso en que luego, inevitablemente, la vida sigue y me topo en esa Obra poética un poema que se llama “Sombrillas” (1990), que dice todo esto casi sin decirlo:

Aquí estamos
Instalados en medio
del corazón del día
—multicolores hongos en la costa—
cada uno y su círculo de sombra.

Débiles pensamientos circulares
nos rodean también; nadie se sale
de ellos, nos invaden
como la terquedad de blandas olas.

Y como el viento empuja el agua a baja altura
levanta la memoria sus recuerdos
de escasa densidad, de poco filo,
prontos a deshacerse como espuma.

Pero en algún momento
como quien levantara alguna piedra
de un color más intenso,
ocurre que una imagen se desprende
de las demás
aguda piedra que golpea
inesperadamente
y hace trizas el día de verano.

 

Reseña  Diego Alfaro Palma / Limache, Chile, 1984. Poeta, ensayista y traductor. Es autor de los libros de poemas Litoral Central (2017), Tordo (2016, 2014) y Paseantes (2009), entre otros. Por Tordo recibió el Premio Municipal de Santiago en 2015, y su traducción al inglés por el poeta Lucian Mattison fue seleccionada por la Academia Estadounidense de Poesía (poets.org) en 2018. Su título más reciente es Mandarinas. Crónicas de la primavera negra chilena (2020).

 

Publicado, originalmente, en: Periódico de Poesía Reseñas 14 noviembre, 2022

Periódico de Poesía es una publicación editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de la Dirección de Lteratura,

Link del texto:  https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/la-realidad-externa-el-centro-intimo/


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