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Muñeca de trapo
por Andrés Aldao

Las caminatas se hacían más largas. Dejaba la villa y andaba la ciudad, asombrada por tantas cosas que no conocía. Recorría las calles fascinada por las casas con jardines, puertas sólidas de madera, ventanas donde colgaban cortinas, o macetas con malvones y flores, mujeres barriendo las veredas. 
Su mundo eran los pasillos con barro... Este es otro mundo , pensaba. Fantasías que viajaban en sus ojos agrisados, pibas que volvían de la escuela, los guardapolvos blancos −que fueron envidia y ahora aborrecía... A veces las veía jugar con muñecas, cocinitas y vajilla de plástico, figuritas, cuadernos, libritos e historietas. El corazón se encogía, ellas sonreían. Felices ( cuando se sonríen es porque son felices... ¿y yo... esta negrita fea, pata flacas, dientuda? ¿y yo...? ¿Que buscá, guachita? murmuraba en esos paseos solitarios... ¿qué buscá, ey, qué buscá? Algo, algo lindo, distinto... algo lindo, ¡por dio!. 
Ella vivía en el regocijo posible; y las otras, desmañadas y sucias como ella, recorrían las callejuelas de barro y mugre donde todo es sombra y pringue. Donde no hay esperanza y prevalece la ilusión efímera: hoy no, mañana tal vez. 
Ese día se topó con un basurero que no conocía... ¡Villera, no revuelvas ni tires al suelo la basura! ¡Andá a la escuela! ¡Fuera, no queremos tus piojos en el barrio! −le dijo la mujer pintona y pintarrajeada con el pucho colgado de sus labios sebáceos. 

Ella hurgaba y hurgaba. Una olla vieja y golpeada, un fluorescente roto, zapatos agujereados, basura, basura rancia y podrida. Se fue en silencio, con sus pasos tenues y culpable, convicta de haber nacido. Esta bacana que se piensa, ey? Hija e´puta, le sobra todo. 
Escapaba de la rutina, del paco, de la villa, del novio de la hermana mayor que la manoseaba y le hacía poner la mano allí ... Siempre huia de su propia gente, del lodo, de la vida chata copia del día anterior... y la de mañana... y la de siempre. 
Rutina y rutina, hasta esa tarde, en que las primeras sombras pintaban el horizonte del Docke con esos reflejos anaranjados rojizos, cuando las ojotas tropezaron con algo tirado al lado de un basurero. Miró la cosa; la cosa la miró a ella. La recogió del suelo: era una muñeca de trapo. La abrazó... la fue acunando, la besaba; una lágima de nena villera, morosa y tibia, cayó sobre el juguete de trapo, la que otra nena, claro, harta de muñecas, decidió desprenderse. 

Llegó a la vivienda de lata, miró a la muñeca, escupió la cara de trapo, agarró la tijera, le sacó los ojos y la cortó en vaporosos pedacitos...Luego se puso a llorar

© Andrés Aldao
Autorizado por el autor el 1 oct 2009 
Gentileza de Artesanías Literarias

www.artesanias.argentina.co.il 

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