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Los exiliados españoles en la cultura cubana (1939-1945) Autoras:
Lic. María del Carmen Alba Moreno Departamento
de Historia. Universidad de La Habana. |
Resumen: El análisis del influjo que el exilio español significó para la cultura y la lucha por las ideas democráticas, debe iniciarse con la comprensión de su diversidad y magnitud, en tanto resulta diferente en cada país receptor pero siempre marcado con un sello de añoranza, desarraigo y ausencia de una política de reconciliación nacional por parte del Nuevo Estado. De ahí su prolongación temporal y adaptabilidad. En Cuba, la labor desempeñada por los intelectuales exiliados se mostró en varias direcciones, resultando la producción literaria, editorial y organizacional de tanta importancia, que aun hoy perdura. La II República Española, surgida en abril de 1931, se propuso crear un nuevo orden político y social, encaminado a erigir una democracia pluralista que integrara a los sectores marginados tras desplazar del poder a la élite que lo había acaparado tradicionalmente, a la vez que daría continuidad al proceso modernizador iniciado junto con el siglo. La puesta en marcha del nuevo sistema, unido a la intensificación de las demandas políticas, agudizó la situación social y agravó la crisis del Estado. La organización de las derechas y la utilización del Ejército como alternativas, se juntaron en el propósito de poner fin al régimen republicano, torciéndose el rumbo de la pretendida revolución. El
18 de julio de 1936 se inició la Guerra Civil Española con la sublevación
de un sector del Ejército dirigido por grandes jefes militares y
respaldado por los partidos de derecha y sectores sociales más
reaccionarios de la sociedad, quienes confiaron en la efectividad de la
acción para imponer un nuevo régimen,
mediante un Golpe de Estado. De modo que el empleo del recurso de
la violencia y del Ejército como opción, se juntaron bajo el propósito
de poner fin al régimen republicano, evidenciándose
que la tradición de intervención del Ejército en la política,
característica de la España contemporánea, se mantenía con fuerza. Desde
el mismo inicio de la contienda el panorama español cambió
considerablemente, produciéndose un reparto territorial entre las dos
fuerzas en combate: los republicanos y los nacionales; con ello se
iniciaba la evolución de dos Españas diferentes entre sí económica,
política, ideológica y socialmente. Este
hecho, junto a otros acontecimientos de gran importancia
para el mundo cultural tales como
el asesinato de Federico García Lorca y la inmediata proscripción
de la intelectualidad republicana, esclarecieron el futuro de las figuras
más comprometidas con el republicanismo: el Exilio, fenómeno que se hizo
masivo en la medida en que avanzó la guerra. Si bien muchos decidieron
quedarse en la España Republicana para defender sus ideales con las armas
y el intelecto, el fin de la guerra y la instauración del Nuevo Estado el
1ro de abril de 1939 hicieron inaplazable el éxodo político de gran
parte de aquel sector de la intelectualidad española que aun permanecía
en el país y cuya posición política de izquierda o simplemente
contraria al ideal de los “vencedores”, así lo impusieron El apoyo de la
intelectualidad a la II República – desde su instauración en 1931 –
tuvo un carácter masivo e
incondicional. Sus defensores desarrollaron numerosos proyectos en función
de llevar las más diversas manifestaciones del arte a las masas, a la vez
que intensificaron su producción intelectual con el objetivo de
enriquecer la cultura española. Tras el alzamiento del 18 de julio de
1936, el fortalecimiento de dicha labor adquirió vital importancia para
el mantenimiento de la II República. De
este modo la Guerra Civil se convirtió en el punto de inflexión del
florecimiento del arte español. Este episodio bélico, desde el punto de
vista socio-cultural, constituyó el momento de transición entre el
republicanismo – como impulsor de las ideas progresistas y la
creatividad cultural – y el férreo régimen franquista, asesino de este
renacer artístico De otra parte, los
nacionales, en los territorios que fueron cayendo bajo su égida
durante la contienda, basaron su política en el terror y la represión.
El estricto control de todos los aspectos de la vida española constituyó
uno de los principales pilares sobre los que se sustentó este régimen.
La censura se extendió a todos los medios de comunicación y publicación,
silenciando así a los intelectuales republicanos que optaron por el
exilio interior. La literatura en particular, fue la principal víctima. Tras el triunfo de las
fuerzas franquistas el 1ro de abril de 1939, dicha represión
se recrudeció, comenzando entonces el éxodo masivo de este sector social
hacia otros países europeos y latinoamericanos. Fue así como se creó la
diáspora española, o como muchos la suelen llamar, la España Peregrina.
La labor de la
intelectualidad española en el continente americano, destino final de
muchos, estuvo encaminada a mostrar al mundo las experiencias sufridas
durante la guerra. La poesía, como protagonista de este quehacer y por su
especial sensibilidad, centró sus temas en el grito contra los vejámenes
cometidos por los nacionales para con la intelectualidad republicana por
lo cual este género se convirtió en un medio de denuncia de la política
represiva franquista y de su alineamiento con las potencias fascistas durante la
II Guerra Mundial. Cuba, de modo
particular, acogió a importantes figuras de la intelectualidad española
como Manuel Altolaguirre, Bernardo Clariana, Luis Amado-Blanco, Juan Chabás,
José Luis Galbe y Concha Méndez. quienes encontraron en la Isla un
ambiente favorable a pesar de las trabas legales y la difícil situación
económica a que se debieron enfrentar. Particularmente el
exilio poético en Cuba se compuso de notables figuras de la Generación
del ’27, quienes desarrollaron su producción literaria y expandieron
sus ideas políticas y culturales en la Isla. Su obra se caracterizó por
una poesía de corte político y compromiso social donde los temas de
desarraigo, nostalgia, añoranza y desesperanza, devinieron recurrentes
ante la imposibilidad de restablecer al régimen republicano. Muchos
fueron los libros publicados y los temas tratados por dichos autores pues
indudablemente, la guerra civil ocasionó drásticas secuelas psicológicas
en los poetas del exilio. Fue por ello que este capítulo de la historia
contemporánea española se
convirtió en la esencia de la temática general que trató la poesía del
exilio en Cuba. Importantes episodios de la guerra civil inspiraron el
canto de estos poetas a su patria, canto de añoranzas y tristezas. La
exaltación de los valores patrióticos del régimen republicano así como
el papel desempeñado por las masas populares y la intelectualidad en la
defensa de este régimen, fueron elementos importantes que quedaron
plasmados en estas obras. La Defensa de Madrid fue uno de los momentos que
sirvió – en mayor cantidad de ocasiones – de inspiración a este
grupo de poetas. El cerco y los numerosos ataques de que fue víctima la
capital española dejaron un saldo de incontables muertes para ambos
bandos. Manuel Altolaguirre en su poema “Madrid” nos describe
brevemente esta realidad. |
Horizontes de guerra, cuyas luces, Cuyas auroras repentinas, breves, Cuyas fugaces albas, salvas, fuegos, Multiplican la muerte interminable. Mi frente con el frente son sinónimos y sobre mi mirada, como llanto, se derriban los héroes, caen hundidos por el abismo verde de mi cara.(...) [1] |
Mientras José Luis
Galbe en su poema “La Defensa de Madrid” exalta la resistencia
republicana ante el avance de los nacionales[2]
en la capital y sus consecuencias para los dos bandos. |
(...) Tu río
decían que era Arroyo aprendiz sin agua Pero estuvieron dos años A la orilla y no pasaban,
(…) Madrid: salvación de España Madrid: pasmo de la tierra Madrid: orgullo de la patria, Modelo de pueblos libres Y faro de su esperanza. (...) [3] |
Ambos
poemas se tornaron en un himno a la valentía y el honor del régimen
republicano y sus defensores, así como en homenaje a la labor desempeñada
por la población civil en la defensa de la ciudad en la cual se
insertaron también las fuerzas de las brigadas internacionales, donde
cabe destacar por Cuba la labor del intelectual y revolucionario, Pablo de
la Torriente Brau. Los autores nos muestran cómo
la superioridad técnica y numérica de los sublevados no amedrentó
el valor de los republicanos, quienes supieron hacerle frente y resistir
el fortísimo embate de estas tropas a las puertas de la ciudad,
convirtiendo a Madrid en el baluarte de la defensa de la II República
durante la contienda. La realidad del exilio también
fue motivo para el canto expresándose en él los más diversos estados
de ánimo. Las reacciones psico-sociales ante la lejanía de la patria
y la derrota moral, se manifestaron en diferentes direcciones, creándose
así una interesante gama de sentimientos en esta extensa obra. El pesimismo predominó entre muchos de estos autores; los deseos de
morir, enloquecer o desaparecer, antes que vivir alejados de la patria,
fueron literalmente expresados. Tal es el caso del poema “Canción del
vencido” de José Luis Galbe, donde podemos apreciar reflejada la
desesperanza, la desilusión y la pérdida del sentido de la vida. |
¿Qué temes? No
temo a nada, Ni
a la vida negra, ni a la muerte blanca. ¿Qué
quieres? No
quiero nada, Quisiera
un silencio color de malva. (...)[4] |
Es el gran sufrimiento de la derrota y el deseo de morir ante estas
circunstancias de exclusión socio-política, de exilio e inseguridad, el
sentimiento que les invade en la nueva tierra y la vida que les espera.
Una muestra de ello es el poema “Claustro” de Luis Amado Blanco, donde
se expresa claramente el miedo que tienen estos poetas a la incertidumbre
del mañana en el exilio, ante lo cual muchos creen que no existe una razón
para vivir. |
El
puño, el pecho, el hado, Quieren
el corazón de la montaña Y
el pétalo apretado por el miedo De
un pronto despertar. Y
todo es turbio y pasajero y vamos Hacia
delante y hacia atrás, rendidos, Cortados
por la esquina Que
no quiso entender nuestro milagro.
(...) -
Claustro de amor, oscuridad salobre, Húmedo
nicho para negras horas, Reza
mi incienso y lleva la alabanza De
todo lo que fue y no me importa sea. – (...)[5] |
La desolación física y
espiritual, la pérdida del sentido de la vida y de la esperanza, la
sinrazón, la angustia y la añoranza se funden para dejar testimonio de
la realidad española y mundial, una realidad que demostró la
imposibilidad de sostener el régimen republicano ante el avance de una
ideología reaccionaria.
La ambigüedad también encontró cabida en el sentir de los exiliados.
Vivir, no vivir, regresar, no regresar, resultaron cuestiones claves en la
vida y obra de estos exiliados que trataron de aferrarse al pasado ante la
realidad desgarradora del presente. La poetisa Concha Méndez
nos transmite, en “Silencio” una sensación de desconcierto y
desafuero, en un tono melancólico y sensiblemente femenino, que llevan al
lector a sentir en sí mismo esta situación de desamparo. |
Tan
segura voy que voy Perdida
en todos los rumbos. Ni
brújula, ni timón: Perdida
en lo absoluto. Y
perdida llegaré A
los confines del mundo.[6] |
La añoranza por la patria y
la familia es inmensa entre este grupo de poetas. Pudiera decirse – sin
temor a pecar de exageración – que toda la obra poética de los españoles
exiliados en Cuba, de un modo u otro, está impregnada de este sentir. El
poema “Añoranza” de Luis Amado-Blanco es uno de los más fieles
ejemplos: |
(...)Algo
se quedó atrás: Humo de pájaros, Chimeneas
de grises y gorjeos, Aquella
flor de almendro amanecida, La
sonrisa de paz sembrada al vuelo, Dios
guarde y la campaña, en el ocaso.
(...) Todo
debiera estar allí: La mano, el hijo, Fresco
rocío de noche pura, La
caricia, amansada de milagros, El
corazón de miel sobre la mesa. (...)[7] |
A pesar de las diferentes reacciones que
ocasionó el exilio en estos poetas y la diversidad de temas que ello
generó en su extensa obra, ante todos se presentaba una misma interrogante:
¿Qué hacer ante la nueva situación que vive España? El ayer y el hoy
se representan metafóricamente, pero siempre con
una
mezcla de melancolía y añoranza. Así pues, se pone de manifiesto una variedad de estilos y formas de expresión que hacen de esta unidad temática – que caracteriza al exilio poético español en Cuba – una riquísima fuente de información sobre la realidad española y cubana del período. La diversidad nos deleita, convirtiendo a cada uno de estos autores, dentro de la gran unidad literaria que conforman, en un universo independiente en cuanto a sentimientos e ideas expresadas. De este modo podemos apreciar la variedad de testimonios legados sobre la guerra civil española y el régimen franquista como momentos históricos, los diversos estilos poéticos utilizados por estos autores para homenajear a sus colegas, soldados y civiles caídos en defensa de sus mismas ideas, o de modo más abierto, las diversas actitudes asumidas ante el inevitable exilio, donde nos encontramos posiciones de indiferencia ante la vida como es el caso de José Luis Galbe, otras más infaustas como Manuel Altolaguirre y Bernardo Clariana quienes preferían la muerte, mientras Concha Méndez deseaba perder la cordura antes que vivir en las duras circunstancias que les imponía el exilio por haber defendido una causa derrotada. Igualmente encontramos expresiones de rechazo o añoranza al regreso a la patria – indistintamente y según las circunstancias –.aunque también hubo quien se pronunció en pro de la lucha por la justicia y la transformación socio-política del Nuevo Régimen impuesto a España. Pero en cualquiera de los casos se observaron ideas y temas comunes que convirtieron a estos autores en un grupo homogéneo en lo que a temáticas e intereses respecta, lo cual quedó materializado en su actuar conjunto tanto en la vida intelectual, como en las actividades políticas que llevaron a cabo en la Isla con un mismo objetivo: reorganizar y repensar a España desde el exilio. Empero los intelectuales exiliados no
solo se manifestaron en el quehacer literario sino también
organizacional. Ello significa que la intelectualidad española a su
llegada a Cuba trató de desplegar su labor socio profesional asociándose
o fundando diversas
instituciones. Muchas fueron las instituciones
culturales, revistas y periódicos que pusieron su empeño
en cooperar, desde todos los ámbitos, con la causa republicana.
Los incontables trámites realizados en coordinación con otras
instituciones nacionales e internacionales para el traslado de
intelectuales a la Isla tuvieron en la vanguardia a dos prestigiosas
instituciones culturales de la Isla: La Casa
de la Cultura y el Círculo
Republicano Español. Mientras, otras instituciones similares como
la Institución Hispano Cubana de
Cultura, el Lyceum and Lawn
Tennis Club, el Centro
Asturiano y el Gallego, La Universidad de La Habana y las logias masónicas abrieron sus puertas para recibir el influjo
cultural de estas figuras. El Círculo Republicano Español[8]
derivado de la Alianza Republicana Española de Cuba en 1936,
agrupó, en lo fundamental, a los no comunistas. Se encargó de la
recaudación de fondos a través de actividades culturales y políticas
para apoyar la causa republicana y fundó las revistas Mensajes (1937) y
Voz de España (1940 – 1947?), donde publicaron Ángel Lázaro, Enrique
López Alarcón y Gerardo Álvarez Gallego. La labor del Lyceum and Lawn Tennis Club también fue meritoria en cuanto a la
programación de diversos ciclos de conferencias donde expusieron Luis
Amado Blanco, Juan Ramón Jiménez, Concha
Méndez, Manuel Altolaguirre, Herminio Almendros, María Zambrano y Juan
Chabás, entre otros. Del mismo modo obtuvieron un espacio en las
publicaciones de la revista Lyceum (Órgano oficial de la institución). Los Centros
Asturiano y Gallego,
igualmente abrieron sus salones a disertaciones y conferencias de Luis
Amado Blanco, Ángel Lázaro, Félix Montiel, José Rubia Barcia y Mariano
Sánchez Roca. A su vez, la revista bimensual La Voz Gallega, acogió como
colaborador a Gerardo Álvarez Gallego.
Por su parte la Universidad de La Habana
aunque tuvo sus particularidades, con respecto al resto de las
instituciones culturales, se apoyó en instituciones derivadas para
resarcir el cierre de las aulas a los catedráticos exiliados. De este
modo, se abrieron ante estos numerosas posibilidades de impartir cursos y
dictar conferencias en la Escuela de Verano de la Universidad de la
Habana y la Escuela Libre de Enseñanza, en
esta última el cuerpo directivo contó con la presencia de algunos
exiliados, tales como Luis Tobío (Secretario de la Sección de Estudios
Superiores, Universitarios, Especialidades e Investigación)
y José Rubia Barcia (Secretario de la Sección de Lenguas y Arte).
La revista
Universidad de La Habana también abrió sus páginas a
destacados pedagogos, escritores, novelistas y poetas, publicando durante
estos años un gran número de artículos y obras de José Gaos, José
Rubia Barcia, Manuel Altolaguirre, María Zambrano y Juan Chabás. La Logia
Masónica cubana también trabajó arduamente en el traslado de
exiliados hacia la Isla una vez finalizada la contienda. Los masones que
llegaron por esta vía, constituyeron una nueva organización: Fraternidad Española en el Exilio con sede en la Gran Logia
de Cuba. Esta organización contó con un grupo reducido de miembros (40
aproximadamente) pero tuvo una gran importancia ya que continuó la labor
de traslado de los refugiados desde Francia hacia la Isla. De
este conjunto de instituciones, hemos logrado cierta información de interés
a nuestros fines en el Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de
Cuba de la Institución Hispano Cubana de Cultura y la Casa de la Cultura, las cuales desplegaron una prolífica labor en
la década de 1940, sustentándose en la compleja situación interna y
externa. La Casa de la
Cultura, fundada en febrero de 1938, llevó
sobre sí un gran peso en este proceso. Sus objetivos se radicalizaron en
la medida en que avanzaba el fascismo a nivel mundial y los exiliados
actuaban en consecuencia con ello. La modificación del Reglamento de
Constitución de dicha Institución en septiembre de 1940, resultó
demostrativo de lo anterior, en especial en lo relativo a los fines de la
institución, recogidos en el Artículo 2.A y que señala: “Realizar
una labor de propaganda y ayuda al pueblo español, que dentro y fuera de
su país se afana por reconquistar lo que le fue arrebatado por la fuerza
de las armas.[i][9] Con ello se expone claramente la posición
política de la Casa de la Cultura para con la II República Española y
sus exiliados. Pero esto no fue suficiente, sino que además, se decidió
agregar a la bandera que la identificaba – hasta el momento representada
por tres franjas transversales roja-amarilla-morada (similar a la de la II
República) – una antorcha y una rueda dentada sobre la amarilla. Toda
esta política pro republicana fue ratificada en el Nuevo Reglamento
aprobado el 28 de agosto de 1944 (cuatro años después). Esta institución tuvo un amplio espectro
de actividades, todas encaminadas a facilitar el ingreso y asentamiento de
los intelectuales en la Isla: se creó un dispensario médico para atender
a aquellos que procedían de los campos de concentración franceses, se
realizaron actos políticos para
mostrar su respaldo al Gobierno Republicano en el Exilio, así como
actividades culturales para recaudar fondos que luego servirían de ayuda
a los exiliados. El estrecho vínculo de esta institución con el Partido
Comunista de España lo convirtió en el centro de reunión de los
comunistas españoles en el país, desde donde se organizaron y desempeñaron.
Por su definida posición política, La
Casa de la Cultura experimentó un incremento notable de sus miembros
procedentes del exilio y la colonia española en Cuba. De un total de 84
delegaciones que existían en el año 1940 en todo el país, se llegó a
la cifra de 127 en el año 1945. La presencia de los exiliados en la
directiva no solo se reflejó en la capital, sino que se extendió a todo
el territorio nacional. Pedro Atienza Simarro fue director de la Casa de
la Cultura de Matanzas, mientras José María González Jerez ocupó el
cargo de Delegado Provincial de la Casa de la Cultura de Camagüey.
Desde el punto de vista intelectual, se
le ofreció un reconocido espacio a los exiliados para ofrecer
conferencias y disertaciones, teniendo lugar varias de
Gerardo Álvarez Gallego (CC de Ciego de Ávila, 1939), Juan Chabás
(CC de Matanzas) y Ángel Lázaro (CC de La Habana). La labor publicística no fue menor al
resto de las actividades. De ello se encargaron la revista Nosotros (1938-1947) y la emisora Radio Cultura. En dicha revista se divulgaron sus actividades y
publicaron muchas obras y artículos de exiliados. Del mismo modo ocuparon
importantes puestos de la junta directiva destacadas figuras del exilio,
entre los que figuraron Gerardo Álvarez Gallego y Francisco Mayorbe como
directores. También desde aquí se organizó un fuerte ataque al Diario
de la Marina y a los falangistas en Cuba. Mientras la
Institución Hispano Cubana de
Cultura, fundada y
dirigida desde 1926 por Fernando Ortiz, también dio su aporte a la causa
republicana en el exilio, aunque sus objetivos iniciales fueron básicamente
culturales. Entre sus fundadores figuraron importantes figuras de la
colonia española en la Isla, dígase Ricardo Veloso Guerra, Valentín
García y otros que ante la inminencia del exilio impulsaron una digna
labor de respaldo. Sus salones
fueron espacio para las disertaciones y ciclos de conferencias de figuras
importantísimas de la cultura española como Juan Ramón Jiménez y
Manuel Altolaguirre acerca de la poesía española y otros como María
Zambrano, Claudio Sánchez-Albornoz, Jenaro Artiles, José Rubia Barcia,
Bernardo Clariana, Francisco Prat Puig y Juan Chabás. Los mismos
ofrecieron tanto conferencias de carácter cultural como políticas, entre
las que figuran “Política al margen de la política” de José Rubia
Barcia (agosto de 1939), “La Guerra Civil Española y la presente Guerra
Mundial” de Jerónimo García Gallego (1941). Esta institución también
dio cabida a las ciencias, en tanto Antonio Ortega y Gustavo Pittaluga
ofrecieron disertaciones sobre temas
biológicos y clínicos. El poeta
Juan Ramón Jiménez – tras arribar a La Habana a ofrecer un ciclo de
conferencias a fines de 1936 - tuvo la iniciativa de realizar un Festival de la Poesía Cubana, para lo cual contó
con el auspicio y financiamiento de esta institución. El referido evento revitalizó la vida cultural capitalina y
nacional. El trabajo publicístico
de la Institución Hispano Cubana de Cultura a través de la revista Ultra
es digno de admiración. Esta revista tuvo una salida mensual y se centró
en los temas culturales del momento. La mayor parte de las conferencias,
lecciones, disertaciones realizadas en dicha institución fue luego
publicada en esta revista, mediante la cual se dio más publicidad al
trabajo intelectual de los exiliados en la Isla. De tal importancia y
perdurabilidad temporal resultó ser el influjo hispánico durante los años
40 y posteriores, que puede afirmarse que el encuentro entre ambas
culturas: la española, con ansias de expresión y creación, y la cubana,
desarticulada por la convulsa situación política que vivía el país,
produjo un renacer en la vida cultural, a la vez que un estimulo al
compromiso militante de la intelectualidad de la Isla. Bibliografía
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Galbe, José Luis. Ob. Cit. p.41. [5] Amado-Blanco, Luis: Claustro, poema. Habana, (s.e), 1942, pp.13 y 17. [6] Méndez, Concha. Lluvias enlazadas y otros sonetos. La Habana: Imprenta La Verónica. “El Ciervo Herido”,1939, p.53 [7] Amado-Blanco, Luis. Ob. Cit., pp.31 y 35. [8] Esta institución se constituyó en 1936 por la fusión de la Alianza de Republicanos Españoles (fundada en 1929) con diversos grupos republicanos existentes en el país. A fines de 1937 fue ilegalizado por el gobierno, aunque continuó con sus actividades clandestinamente hasta fines de 1942 en que fue nuevamente legalizado. [9] Reglamento de Asociaciones: Casa de Cultura. Legajo 1124, expediente 23499-23500. Archivo Nacional de Cuba
|
Autoras:
Lic. María del Carmen Alba Moreno
Lic. Eilyn Oropesa Sepúlveda
Departamento de Historia.
Universidad de La Habana
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