País Chúcaro. 
En el que muchas cosas pasan para que lo mejor quede.
Por Gabriela A. Vidal

En la poesía de Juan Carlos Alarcón todo pasa primero y antes que nada por el cuerpo. País Chúcaro (2006) es un conjunto de momentos que nos recuerdan que estamos hechos de tiempo. Se trata de una poesía que narra. Micro relatos.  Alarcón sabe que las palabras salpican. Pocas bastan para condensar  la experiencia de un caminante que recorre una trayectoria hacia atrás para justificar la pisada del presente: Quizás es verdad que el pasado me condena  / y, el presente, es una cicatriz que nunca cicatriza… Sus poemas trabajan con  “la palabra ungüento”, la que puede dulcificar una yaga lastimera no por  penosa, sino por la persistencia del recuerdo que  sostiene. Es un escritor marcado a fuego por los sueños del pasado. Se resiste a soltarlos porque ellos se encargan de volar a su ventana para que los escriba. Como si el recuerdo de una batalla perdida lidiara con el presente porque éste no es más que la ocasión de reincidir en el intento de su definitiva plasmación.  Sabe traficar del pasado lo mejor que aún se tiene. También nos advierte, que la prisión que es todo recuerdo puede cimentar nuestros destinos. La fuerza de su poesía reside en habitar esa pequeña muerte que significa el exilio. En su destierro palpita ese otro destierro final al que todos nos encaminamos. Nos hace saber que nuestro presente también nos convertirá en desterrados  transformando el ahora en pasado.

En ese desfasaje algo de nosotros se perderá, pero algo también podremos arrastrar. Una de esas cosas que Alarcón hace latir en el presente es su tierra. Tal vez, la lejanía de “la Patria” nutrió a la nostalgia y ésta ilumina un rostro imposible de  no sentir. Si la vida puede conjurarse pensándola como una serie de accidentes, Alarcón, que probó el amor, no se cansa de querer estrellarse en él nuevamente. De todas las cosas que elige llevarse del ayer está la promesa de un encuentro, forma preferida del Amor.

En la poesía de Juan Carlos Alarcón todo pasa primero y antes que nada por el cuerpo. País Chúcaro (2006) es un conjunto de momentos que nos recuerdan que estamos hechos de tiempo. Se trata de una poesía que narra. Micro relatos.  Alarcón sabe que las palabras salpican. Pocas bastan para condensar  la experiencia de un caminante que recorre una trayectoria hacia atrás para justificar la pisada del presente: Quizás es verdad que el pasado me condena  / y, el presente, es una cicatriz que nunca cicatriza… Sus poemas trabajan con  “la palabra ungüento”, la que puede dulcificar una yaga lastimera no por  penosa, sino por la persistencia del recuerdo que  sostiene. Es un escritor marcado a fuego por los sueños del pasado. Se resiste a soltarlos porque ellos se encargan de volar a su ventana para que los escriba. Como si el recuerdo de una batalla perdida lidiara con el presente porque éste no es más que la ocasión de reincidir en el intento de su definitiva plasmación.  Sabe traficar del pasado lo mejor que aún se tiene. También nos advierte, que la prisión que es todo recuerdo puede cimentar nuestros destinos. La fuerza de su poesía reside en habitar esa pequeña muerte que significa el exilio. En su destierro palpita ese otro destierro final al que todos nos encaminamos.  Nos hace saber que nuestro presente también nos convertirá en desterrados  transformando el ahora en pasado. En ese desfasaje algo de nosotros se perderá, pero algo también podremos arrastrar. Una de esas cosas que Alarcón hace latir en el presente es su tierra. Tal vez, la lejanía de “la Patria” nutrió a la nostalgia y ésta ilumina un rostro imposible de  no sentir. Si la vida puede conjurarse pensándola como una serie de accidentes, Alarcón, que probó el amor, no se cansa de querer estrellarse en él nuevamente. De todas las cosas que elige llevarse del ayer está la promesa de un encuentro, forma preferida del Amor.

Su poesía tiene, entonces, el poder de rejuvenecer fantasmas, esos que no debemos dejar de alimentar en el rudo trabajo del día a día que fatiga el pensamiento. Invita a llenar nuestros bolsillos de esperanzas. Porque no solo se trata de rejuvenecerlos sino de renovar ese encuentro que nos funda. El Amor, para Alarcón, es el que tiene el privilegio de hacer encajar, de hacer coincidir, lo que somos con el otro y con lo que pudimos empujar del ayer hasta el momento en que ese encuentro se produce. País Chúcaro no es un solo país. A veces, se trata de ese suelo encarnizado de “la Patria”, otras es un rostro de mujer que conoció, y otras es el de la que imagina. Y, como sabemos, la ficción no está reñida con lo real. País Chúcaro es, por que no, un lugar que adopta muchas formas hasta convertirse en cuerpo que encarna en cada una de sus palabras. Donde muchas cosas pasaron, pasan, para que lo mejor quede. 

Gabriela Andrea Vidal

(Enero 2007)

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