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Tlacuilo
¿Porqué revolución de las conciencias?
Netzahualcóyotl Aguilera R. E.

Entre quienes se interesaron en el tema que tratamos hace dos semanas, mi estimado amigo Nicolás Pinzón me pidió ahondar en la expresión “revolución de las consciencias”. Como esto puede ser de interés para otras personas, con gusto atiendo su petición por este mismo medio.

En los dos últimos párrafos del libro “La mafia que se adueñó de México... y el 2012” (Editorial Grijalbo), Andrés Manuel López Obrador afirma: “...la historia nos enseña que siempre, alrededor de la sucesión presidencial, se presentan las condiciones más propicias para iniciar los cambios que se requieren en el país...” “Por eso, nosotros creemos que en 2012 se presentarán condiciones favorables, pero no perdemos de vista que todo dependerá de una serie de factores y, básicamente, del despertar del pueblo... Está en marcha, pues, la revolución de las conciencias para construir la nueva República.”

Por otra parte, insiste cotidianamente en que nuestra lucha debe ser pacífica, a contrapelo con la reiterada afirmación de que no se puede transformar radicalmente un país si no es por medio de las armas, como sucedió con la guerra de independencia de los Estados Unidos y las de todos los países latinoamericanos, o las revoluciones francesa, mexicana o rusa: ¡todas violentas!

Pero veamos en qué han acabado: Estados Unidos está en la más terrible de las decadencias debido a la ambición de poder de sus empresarios y gobernantes que lo convirtieron en el mayor imperio bélico de la historia. Su ley es el dinero ensangrentado y su escape las drogas, cuyo aparente combate llevan a cabo en los territorios de todos los países menos en el suyo, donde cualquiera puede adquirir tranquilamente los estupefacientes que deseen.

Francia, la que proclamó la revolucionaria divisa de libertad, igualdad y fraternidad, se quedó con la libertad convertida en libertinaje y tiró a la basura la igualdad y la fraternidad.

Y la revolución rusa, que declaró haber conquistado para siempre la justicia social, ahora es lamentable secuaz del neoliberalismo.

¿En qué quedó la independencia de México de la corona española si ahora somos colonia del imperio estadounidense? ¿En qué quedó la justicia social que la revolución mexicana proclamó antes de la rusa? casi las tres cuartas partes de nuestra población continúa hundida en la pobreza y de ellas una es verdaderamente miserable.

El sacerdote ilustrado Miguel Hidalgo inició una guerra violenta por la independencia; al final fue Santa Anna el bribón que mangoneó el país y les regaló más de la mitad del territorio a los Estados Unidos.

El terrateniente ilustrado Francisco I. Madero inició la revolución violenta, pero después de ganarla lo asesinó el chacal Victoriano Huerta luego de un acuerdo con el embajador de Estados Unidos.

Millones de mexicanos pobres e ignorantes combatieron entre hermanos para servirles de carne de cañón a los caudillos que una vez en el poder olvidaron sus promesas; todo quedó igual que en la conquista: la casi totalidad del pueblo oprimido por una oligarquía gobernante al servicio del extranjero.

¡Eso es lo que hay que cambiar! Pero no por la fuerza de las armas, sino por la fuerza de la razón. La violencia solo engendra violencia; López Obrador nos propone el camino de la paz para construir una verdadera República. La violencia de la opresión solo puede ser vencida por una revolución pacífica, porque la razón es la más alta cualidad humana.

Cuando el pueblo entero esté racionalmente convencido de que nadie va a venir a salvarlo, sino que él es el único capaz de imponer la justicia en este país, entonces renacerá gracias a la única arma eficaz que tiene en sus manos: el voto. Porque el más grande multimillonario y el más desarrapado indigente tienen exactamente el mismo derecho: depositar un solo voto en la casilla; nada menos pero nada más, como lo expresó López Obrador el Sábado pasado en Aguascalientes.

Y como los ricos en México son menos del 10 por ciento de la población,[1] los pobres, que junto con la clase media son el 90 por ciento restante, pueden ganarle una elección a la oligarquía en forma aplastante, si cubren el simple requisito de ponerse de acuerdo para votar por quien esté dispuesto a defender sus intereses, no los de sus amos.

En eso consiste, en mi opinión, la revolución de las consciencias.

Cuando todo el pueblo comprenda esto y rechace el tradicional engaño, entonces México será verdaderamente libre y democrático; porque nadie vendrá a salvar al pueblo. “Solo el pueblo puede salvar al pueblo”.

¡Por el bien de todos, primero los pobres!

[1]Se agudizó la concentración del ingreso en México, revela el BM” Diario “La Jornada”, México, 21 de Abril 2010.

Netzahualcóyotl Aguilera R. E.J

netz_mx@yahoo.com.mx

La Jornada (Aguascalientes, México)
10 diciembre 2010

Autorizado, para Letras-Uruguay, por el autor

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