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Tania Alegria
La poesía que inspira

por Delfina Acosta

Una vez, conversando con el poeta y crítico paraguayo Hugo Rodríguez-Alcalá, me dijo que el acto mismo de escribir poesía ya definía una actitud surrealista en la persona. ¿Surrealismo? Sí.   
  
Para él, el poema debía tener ese estado de transparencia del agua, que deja ver, mediante su limpieza profunda, las diversas variedades de piedras, caracoles y flores que habitan en su interior.   
  
Sentía aversión contra el surrealismo. Le caían mal las palabras hinchadas, pintarrajeadas para el carnaval del barroquismo, que venían a disfrazar la carencia de ideas.   
 
En resumidas cuentas, a él le encantaban los poemas sencillos.   
  
Con seguridad, si el querido maestro viviera todavía, hubiera gustado muchísimo de los poemas de la escritora y poetisa Tania Alegria, porque sus palabras se levantan de su lecho con claridad y dicen la poesía que no cae en la herrumbre de los versos mal casados.   
  
Hay poetas y poetas. Tania es una de mis poetisas preferidas, pues tomando ella un poco del aire, del perfume de las adelfas, del crepúsculo, y de la sangre de un desengaño amoroso, va a la boca de la auténtica poesía, la que despierta nuestro más vivo interés.   
  
Así debería ser siempre la poesía. Pura, elemental, si es posible catedrática, limpia de adjetivos que en vez de sumar acaban restando calidad a la obra.   

No importa cuan delicados términos elija el poeta para realizar su hazaña. Si no sabe unir una palabra con otra, acaba haciendo una máscara dura, marmórea, estatuaria, que no deja ver el rostro de la belleza.   


Tania Alegria nos cuenta como al descuido la historia de la melancolía que de vez en cuando ensombrece su existencia.   

Es una experiencia plena de placer leer sus versos por los que corre aquel desasosiego de la primavera que todavía inquieta su sangre.  


El lector dirá, pensará, tal vez: “¿Pero de qué habla usted, señora? ¿La poesía no es acaso mucho más que el amor?”.   
La poesía, y la poesía en el caso de Tania, es amor, amor que atrae sobre él, muchas veces, el caudal esplendoroso del universo. Ella sabe sostener las palabras del mundo, gracias a las luces de su talento y a su fuerza de voluntad.   

Yo creo en la obra poética de la autora.   

Entre la belleza insulsa de las otras poesías que son publicadas por editoriales desorientadas, emerge este libro llamado Memorial de exorcismos. El mismo forma parte de la Colección Biblioteca Digital Siglo XXI.   

Nunca he ocultado mi admiración por Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Olga Orozco y la paraguaya Josefina Plá. Pero me decía yo, ligeramente desalentada ya, que estaba definitivamente cerrado mi círculo de admiración.   

“Ninguna orquídea más florecerá en el viejo tronco”, me repetía.   

Mas he aquí que la autora de Memorial de exorcismos vino a hacerme creer de nuevo la palabra femenina. La autora agradece cualquier comentario: taniaalegria.net@gmail.com

Este domingo

Este domingo sabe a muerte antigua.   
La tarde se extravió en el cementerio.   
Desde un sepulcro una memoria artera   
me hace señas con brazos de espantajo.   
Este domingo huele a brujería.   
En mi desván mental mora un diabillo   
con síndrome servil de penitencia   
que se alimenta de oración y amonio.   
Este domingo suena a perro herido.   
Lleva un puñal clavado en las costillas,   
una guitarra afónica en el pecho,   
un retazo de tango y un rencor.   
Este domingo suda pesadumbre.   
Voy de puntillas sorteando azares   
por no borrar del patio de la infancia   
una rayuela enferma de tristeza.   

Tania Alegria

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 10 de Abril de 2010

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