Servir a los demás
Delfina Acosta

Sobre cómo liberar el espíritu del cansancio, de esa sensación de agotamiento, de esa pesada carga de la angustia, se han escrito miles de libros (entre ellos centenares de textos de autoayuda), pues existen miles de personas pobres, de buen pasar, ricas y millonarias que no le encuentran un valor real a su existencia.

No hablaré en este espacio sobre la religión, pues siendo yo de escasa formación religiosa (solamente he leído la Biblia), mal y atrevidamente podría expresar mis ideas sobre el tema. 

Sí creo, profundamente, que trabajar para los demás libera el espíritu, pues desata los sentimientos oprimidos. 

He observado que girar constantemente en torno a uno mismo provoca en el individuo una sensación parecida a la obsesión. Cierto es que los seres humanos no somos como los insectos o los animales; no nos pueden clasificar en posesos, libres, misántropos e histéricos, pero sí existen individuos que eligen sufrir y otros que optan por estar alegres. 

Quien trabaja en lo que le gusta conquista un nivel anímico excelente. 

Pero veo yo gente (qué quiere que le diga) que es más feliz cuando conquista un espacio social desde el cual es el elemento directo o indirecto de ayuda y motivación de muchas personas necesitadas. 

El trabajo te saca de la tarea de pensar en meras inutilidades. Cuánta humanidad ve su vida deslizarse diariamente como una lagartija por la pared mientras tiene la cabeza caliente, siempre cavilando en el principio y en el fin de la nada, o de lo infinito (es lo mismo). 

Cuando sientes que liberas tus energías en favor de los otros te estás volviendo no solamente en alguien apreciado y conocido por la sociedad, sino que te amas a ti mismo. 

Mantener la autoestima elevada es la condición básica e insustituible para evitar caer en cuadros depresivos. 

Mientras trabajas, mientras mantienes tus pensamientos o tus fuerzas ligados a un afán cuya finalidad es el mejoramiento de tu entorno, te librarás de toda carga. 

¿Has oído hablar que uno sana de un no sé qué? 

Pues sana el hombre de su vicio que es la adicción a la sola atención de su persona, cuando observa su entorno y procura ser un elemento útil para la sociedad. 

Hay hogares de ancianos que nunca son visitados por aquellas personas que tienen su tiempo convertido en un reloj con la manecilla muerta. 

No hay mayor trabajo que no hacer nada, pues entonces es cuando uno se vuelve contra sí mismo. 

Sí. Uno se vuelve contra sí mismo. 

Y patea al perro. 

Y se empaca en su enojo. 

Nada beneficia más al ser humano que hundir las manos en la masa de harina y sacar el pan del horno, y escribir usando un lenguaje capaz de encender el amor por el prójimo. 

Huye de la apatía. 

Ella tiene sutiles maneras de ir envolviendo el ánimo de los débiles. 

Primero te dices: “Esto puedo hacerlo pasado mañana. Total no corre prisa”. 

Hoy es el día. 

Si puedes ganarle a esa enfermedad llamada postergación de las actividades, habrás hallado el camino para llegar a tus propósitos, no importa cuan lejos estén. 

En el trabajo está la alegría. 

En el trabajo te redimes. 

En el trabajo encuentras la manera de ser parte de los demás.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 6 de abril de 2009

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