Colabore para que Letras - Uruguay continúe siendo independiente

Rafael Barrett (1876-1910). Mi hijo
Obras clásicas de la literatura paraguaya
Delfina Acosta

Hace algunas horas que ha nacido; es uno de los seres más jóvenes del universo. 

Es el más hermoso: su naricilla apenas se ve.

Es el más fuerte; temblamos ante su presencia, y apenas nos atrevemos a tocarle. Ha nacido y ha llorado; ¡admirable lección, fenómeno extraordinario! Ha bostezado después: ¡inteligencia profunda!   

Mama reuniendo todas sus energías. Ha sabido expresar en un solo gesto los gestos dispersos de la humanidad. Desde que él vino al mundo, el mundo es otro. Un soplo de primavera refresca las cosas, reanima las marchitas flores y renueva el cielo. Él ha salido a la vida, y ha explicado la vida. Ha abierto los ojos, y ha creado la luz.   
  
Ahora comprendo lo que ha resistido a los esfuerzos de los filósofos. He descubierto que los hombres son buenos, que los crímenes infames no lo son sino en apariencia. Sólo el bien existe. La realidad es buena; la realidad es feliz. El mal y la desesperación no son más que impaciencia. Todo marcha, todo se arreglará. Mi hijo, promesa infinita, duerme; él salvará a los desgraciados. Es el niño-Dios; los Reyes Magos contemplan su sagrado sueño.   


Una probabilidad virgen ha entrado en la tierra. Yo no soy quien la ha traído, no somos quienes la hemos traído. No existo, no existimos desde que él nació. Nació y ya no es nuestro hijo, sino hijos suyos nosotros; discípulos y servidores suyos. Nuestro padre. Nuestro maestro. Bajó a decirnos lo que ignoramos, lo que escucharemos religiosamente.   

Tomo mi pluma para anunciaros la buena nueva, para hacer el elogio de mi hijo. Podéis reíros, no os oigo. Estoy deslumbrado por el Mesías, y no distingo vuestra indiferencia.   

¿Indiferencia? ¡Oh, no! ¿Qué nos queda, qué queda al destino si no viven nuestros hijos, si no son dioses en nuestro corazón y en nuestra mente? Ellos lo son todo, toda la belleza, toda la verdad, toda la esperanza. Por eso estoy seguro de que festejáis conmigo el nacimiento de nuestro hijo, de nuestro querido hijo que duerme.   
  
LA REGLA   

De niño me inculcaron con seriedad que se debe decir “la casa” y no “el casa”; “yo como” y no “yo comes”. Se obstinaron igualmente en asegurarme que “tarde” es un adverbio y no una preposición. Cuando había aprendido bien una regla me descubrían que no era tal regla, que había numerosas excepciones, las cuales a su vez tenían excepciones. Al fin me libraron del colegio y me di prisa en olvidar cuanto en él había sucedido. Con asombro noté que no me hacía falta saber gramática para hablar en castellano.   

Asombroso me pareció también que personas que no conocen la anatomía ni la fisiología del estómago digieran durante largos años imperturbablemente. Cuando me hube habituado a estos hechos, sospeché que las reglas no tienen quizá la importancia que los académicos y los dómines quisieran. Leí verdaderos libros, y vi que el talento y el genio suelen fundar la gramática futura sin molestarse en saludar la presente. La policía aduanesca de mis profesores perdía su prestigio. De dictadores pasaban a copistas. Encargados de medir el idioma, creían engendrarlo.   

-Hombres se escribe con h -me corrigieron un día.   

-¿Por qué? -pregunté, tímido.   

-Porque viene del latín homo.   

-¿Por qué entonces no escribimos todo igual: homo?   

-¡Silencio! 

  
Observé en los ojos del maestro la misma furia del presbítero que nos dictaba doctrina cristiana. Una regla no se discute. No se discute el código ni el catecismo. Explicar una regla es profanarla.   

Escribir hombre sin h, ¡qué vergüenza!   

No examinéis las reglas. Examinar es desnudar, y el pudor público no lo permite. Perteneced, si podéis, a la innumerable, a la invencible clase de los archiveros, guardianes y administradores de la REGLA, y si no podéis, doblad el pescuezo. Pensar es exponerse a ser decapitado, porque es levantar la frente.   

La regla es la mentira, porque es la inmovilidad; pero no la digáis, no lo deis a entender, defended el pan de vuestros hijos.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 2 de enero de 2010

ABC COLOR

Ir a índice de América

Ir a índice de Acosta, Delfina

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio