Poesías para Asunción
Delfina Acosta

Los versos colorean el hermoso perfil asunceno. Se destaca la antigua belleza de Asunción, que queda flotando en el recuerdo de las viejas estampas. La ciudad ilustre, la capital del Paraguay, nuestra amada Asunción, celebra los 470 años de su fundación, así, a su manera, a pura poesía.

          Cuando dan las doce

Asunción, ciudad de flores,
de menta y espinillos.

Tú elevas por los vientos
los colores de banderas .

Desde siempre yo te quiero
pues se pueblan de gorriones
silbadores y nostálgicos
los techos
de tu estructura colonial y nueva.

Y eres tan profundamente humana.

Y eres tan sencillamente noble.

Y eres tan concretamente puntual
cuando dan las doce de la noche
en la ajada,
en la triste,
en la vieja Catedral.

Delfina Acosta

        La ciudad de Asunción
              (fragmento)

Asunción
¡Corazón!
de la América, cautivo
entre el hóspito paréntesis de la palma y el olivo.
Corazón
de la América, alabado
de latir en la leyenda subyugante de El Dorado,
donde arriban, remontando tu amplia aorta, de fluvial
emanación
desde hace cuatro siglos ¡cuatro siglos! los raidistas de ilusión.

Al doblar, como al desvío,
el recodo milenario de un ensueño caudaloso,
recostada en sus alcores de delicia, la Asunción contempla
el río perezoso,
que le lame las orillas del rebozo
verdinegro, floreado con las tejas del urbano caserío.
Ante el náutico Paquete, la ciudad abre galante
el estuche primoroso de su histórica bahía,
y, propaga el novelero navegante
que en el alma transparente de ese trémulo diamante
casi grande como el día,
de los barcos adelante,
en su lancha voladora va desnuda la poesía.

Manuel Ortiz Guerrero

Fragmentos de canto secular de Eloy Fariña Núñez

¡Asunción, la muy noble y muy ilustre,
La ciudad comunera de las Indias,
Madre de la segunda Buenos Aires
Y cuna de la libertad de América!
Prolongación americana un tiempo
De las villas forales de Castilla
En las que floreció la democracia
De que se enorgullece nuestro siglo.

En pleno absolutismo de Fernandos,
En tus calles libróse la primera
Batalla por la libertad; el grande
Y trunco movimiento comunero
Te tuvo por teatro; el verbo libre
De Mompo anticipó la voz vibrante
Del cálido Moreno; el sol de Mayo
Salió por Antequera.

¡Arrodillaos, opresores todos!
¡Compatriotas, entonad el himno!

            Asunción

Asunción; mi ciudad, muy querida
por sus hijos mejores,
aquellos que alejados de su cintura augusta
recogen en sus ojos la neblinosa luz de otras auroras,
mientras piérdenseles
en el recodo amargo del tiempo que transcurre
el pulso y la figura de su ciudad lejana,
la Asunción perfumada por el recuerdo triste
de haber sido su tierra.
Ciudad donde atestiguo
mi profesión de fuego,
mi decisión de trueno,
mi exhalación de nube,
porque extender banderas sobre el presidio: quema,
y disponer del trueno
que a conmover insiste,
igual que de la nube que a más volar prepara,
es como acaba el yerto
marasmo sobre el pueblo.

Luis María Martínez

                  Tardes asunceñas

Evoco en la distancia tu luz de atardeceres
el mágico silencio que tanto idolatré
la sombra de tus calles vistiendo mis amores
allí junto a la amada que nunca olvidaré.
Yo no sé si aún estará esa esquina de mi barrio
donde antaño yo aguardara a la dueña de mi amor,
bella estampa del recuerdo perfumada de jazmines
y encendida por el beso que al marchar le daba el sol.
Las nubes de ese cielo tal vez ya se han marchado
cansadas de no hallarnos muy juntos como ayer
y acaso si la brisa las trae aquí en mi cielo
me cuentan que no ha muerto en su alma ese querer.
Te imagino en la distancia aguardando mi llegada
y en tu negra cabellera una flor de resedá.
Bellas tardes asuncenas yo presiento que han de oírme
y su cofre de silencio a mi novia guardará.

Néstor Romero Valdovinos

          Cada mañana

Hoy sólo quiero hablar contigo,
rincón hermoso donde fui tan amada.

Cada día - ya tú lo sabes bien -
¿a medianoche? - ausente aún el alba-
sobre el colchón aquel en gris
con gruesas rayas,
alguna estrella, atenta,
titilaba.

Hoy sé que era verdad que nos amábamos:
porque no importa cuán helada
fuera la medianoche
o la mañana,
sin muletas, sin quejas,
despertaba
y - todos los sentidos atentos -
escuchaba
los cascos del carrito con el pan
atenuados al roce con la escarcha.

Cómo no amarte, dime, si el amor
amanecía en ti cada mañana
y todavía hoy, aquí, intacto,
como si fuera entonces, me acompaña.

de Río Blanco y antiguo, 2002

Gladys Carmagnola

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 12 de agosto de 2007

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