Poesía social del Paraguay 
Santiago Dimas Aranda

Cuando Ediciones Taller (de Taller de Poesía “Manuel Ortiz Guerrero”) sacó a la luz el poemario del escritor, narrador y poeta Santiago Dimas Aranda, cumplió con una de las finalidades de la empresa editorial, o sea, dar voz pública a una de las voces más consecuentes y conocidas de la poesía social del país.

Santiago Dimas Aranda nació en Villarrica (Paraguay), en el año 1923. Su poesía tiene remates líricos en varios párrafos, y ellos son del gusto de muchos lectores.

La humanidad de la Tierra vive en sus versos apretujados. Siente el autor de “Fragancia de raíces” un amor insaciable por la patria.

Sus versos se hicieron combativos en la época de la dictadura. Aquella “temporada” de treinta y cinco años de gobierno totalitarista despertó en Dimas Aranda, como en varios vates, el sentimiento de desprecio contra el dictador. Por supuesto, el latido de angustia hacia las víctimas, hacia las almas que iban a perder sus jóvenes vidas en las cárceles, en las piletas, en las torturas diarias y nocturnas, se levantaba con fuerza en sus libros.

Diríase, al leer los poemas de “Fragancia de raíces”, que existe algo así como un sentimiento trágico en los numerosos versos que conforman el texto. Sin embargo, la dicha del amor también florece en su canto.

Para muchos poetas como Santiago Dimas Aranda, escribir poesía social se transformaba en un capítulo impostergable de sus vidas. En primer lugar, porque estaban enfrentados contra todo régimen totalitarista y de avasallamiento de los derechos humanos (no sé cuándo se terminará de saber cuántas personas han quedado tullidas o desaparecieron del mapa, durante las sesiones de tortura en el Departamento de Investigaciones), y, en segundo lugar, porque tomaron la poesía social como instrumento de mensaje acalorado. ¿Pero sirve, en realidad, la poesía social, como instrumento de batalla? Pues hay que creer que sí, que sirve, que despierta el ánimo del pueblo, que provoca revanchismo y enojo, pues ¿cómo, si no se explica, que tantos poetas como Pablo Neruda, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Elvio Romero, Hérib Campos Cervera y otros, sufrieron persecución y destierro?

                        Mendigos
                        Jacobo Rauskin


El humo, por la tarde, descansa en un baldío.

Así conoce a dos, a tres, a cuatro mendigos.

Los aleja el invierno, porque más puede el frío
que el humo que ya ha nacido de un fuego de ramitas,
de cáscaras, de yuyos, de siesta y de baldío.

                 El raudal (fragmento)
                   Santiago Dimas Aranda


Con desparpajo empuja al sur,
sin tregua, el eje tropical,
el sol,
a hierro,
a hierro estéril de sudor que rueda,
pura estructura de légamo y basura,
sin una sola discordante nota,
sin una humana disonancia sola,
eje enloquecido de lluvias,
tobogán de erosionada historia,
derrumbadero de fósiles mitos,
distorsionados símbolos,
castraduras de fe.

Sin una sola señal de sangre acrisolada,
giran los cargos, estivales días,
las lentas, parturientas noches en desplome.

¿Quién dice descontento?
Agua de turbios ojos precipitada
baja arrollando risas,
bulla en manadas.

jovencitas en ascuas,
ninfas en cáscaras,
detrás -en babas alcohólicas-
ganancistas,
truhanes,
guardaespaldas.

¿Quién diría Iscariotes?

Sólo muerte en reflote,
meros fantasmas,
hartos lagartos híbridos -mal mitológico-,
ratas desubicadas -mal de letrinas-,
en las letrinas dientes:
los crótalos ocultos bajo poliéster.

Y la alegre antinomia -digo verrugas-,
los párvulos que ríen,
defecan en las plazas
y escriben groserías en los templos...

Y los tristes soplones
y las golfas anémicas
y los obreros pura osamenta a cuestas
y los que todo tienen salvo esperanza
y nosotros, detectores de migas y sonrisas,
nosotros, los poetas.

                Tardío
                Elvio Romero

Alguien me cuenta cosas
de mi país, me recuerda sus lluvias,
su inabarcable abandono, pronuncia
palabras y palabras, miel y lenguaje puros
de mi país.

Y sin embargo, es tarde.

Alguien me habla
de un radiante delito, del delito del sol
quemando a una muchacha en la arena
a pleno sol y es ella misma quien me sonríe ahora
con el rostro hacia el sol.

Y sin embargo, es tarde para mí.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 6 de abril de 2008

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