Totalitarismo pestilente
Los libros prohibidos
Delfina Acosta

Desde que el mundo es mundo, la palabra del hombre ha estado sometida al juicio de los demás.

Las muchas epístolas o cartas que dan soplo y vida al Nuevo Testamento, fueron escritas por San Pablo. Las epístolas a los Colosenses hallaron inspiración estando San Pablo, uno de los más eminentes hombres de la doctrina cristiana, en prisión.

Era contra la ley leer la Biblia, inicialmente. Además, estaba escrita en latín.

Martín Lutero (1483 – 1546 ), ávido de conocer más sobre la palabra de Dios, a quien buscaba con el fuego de la fe, empezó a estudiar el latín y el hebreo, para terminar traduciendo el Nuevo Testamento al alemán. La primera edición, en 1521, fue de tres mil ejemplares, y todos los que conocían alemán, aprendían el Nuevo Testamento con rapidez.

No fue precisamente la traducción del libro al idioma alemán lo que le costó a Martín Lutero ser excomulgado, sino el hecho de haber desafiado –abiertamente– a la Iglesia católica. Un monje dominico, Tetzel, predicador de las indulgencias, deja mal a la Iglesia, en 1517. Grandes cobranzas percibía la Iglesia católica a través de la “compra” de las almas recluidas en el purgatorio por medio de las indulgencias. Esas sumas de dinero eran invertidas, en parte, en la construcción de la basílica de San Pedro.

Ofendido por la manipulación de los bienes materiales en asuntos espirituales, Martín Lutero escribió sus noventa y cinco tesis, clavándolas (dicen) en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg.

Pero demos un salto brusco. Vamos a otras prohibiciones, a otros libros que eran considerados por sus críticos como atentados contra la moral y las sanas costumbres.

El poeta censurado

Algunos poemas de Las flores del mal, del poeta francés Charles Baudelaire, fueron motivo de críticas escandalosas. El 25 de junio de 1857 salió a la venta la primera edición de Las flores del mal que causó sensación en el mundo literario.

Un artículo insidioso de Le Figaro denunció la obra por inmoral, y en agosto se procesó al autor y al editor en un sensacional juicio del Tribunal Correccional, que condenó a que fueran excluidos seis poemas del mismo. Victor Hugo felicitó al autor de Las flores del mal por su obra, desde su destierro de Guernesey.

Cierto es que los versos de Baudelaire blasfeman, pero blasfeman bellamente, y contra esto no se puede tomar resolución contraria, pues la belleza está por sobre todas las normas. La mediocridad sí debería ser condenada en el vientre mismo del libro.

Una novela, por demás divertida y llena de canales eróticos, es Lolita, escrita por el novelista ruso Vladimir Nabokov (1899–1977). Trata sobre la relación amorosa entre una niña de doce años y un hombre mayor de cuarenta. La obra de marras fue publicada en el año 1955, en París, motivando reacciones y comentarios como “inmoral, perversa, lujuriosa, etc, etc.”, en Francia y en Inglaterra.

La novela, censurada, y después aprobada, fue llevada además al cine.

Tiene mucho que ver, por cierto, con el sexo, con los arrebatos románticos, con las huidas de las mujeres que dejan a sus maridos flácidos; el éxito de muchas novelas que repiten –casi invariablemente– estos dos actos: a) reprimenda de los críticos b) calurosa aceptación por parte de los lectores. Por ejemplo cito a El amante de Lady Chatterley. Escrita por D.H. Lawrence, la novela cuenta la existencia de una mujer que encuentra la plenitud amorosa y sexual en brazos de un leñador, ante la incapacidad de su marido por hacerla feliz.

Provocó el libro indignación. Cierto es que no hacía más que poner al descubierto la moralina hipócrita de una sociedad, pero en la fecha de su publicación, en 1928, El amante de Lady Chatterley fue objeto de todo tipo de censuras. El hecho de ser un gran aporte artístico a la literatura del siglo XX le perdonó la vida, como se dice.

Dicen que hay muchos libros que fueron y siguen siendo prohibidos porque su lectura lleva a la locura a quienes lo leyeron. Puede tratarse de aquellos libros en los que el escritor aborda los grandes enigmas de la mente, tal vez.

Pero hay muchos libros que fueron censurados por ser considerados peligrosos para determinados gobiernos. ¿Quién, en un país totalitario, no despertó sospechas por haber leído El Capital, de Carlos Marx? Y cito sólo este título, pues si no, me iría en una lista excesivamente larga.

El mismo Sigmund Freud, sufrió en carne propia la persecución, por el hecho de ser judío e investigador eminente.

Sus libros y los libros de otros colegas suyos, fueron quemados por los nazis, en Berlín.

El totalitarismo es la misma peste.

                       El albatros

Sólo por divertirse suelen los marineros
cazar albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, indolentes compañeros de ruta,
al barco que resbala sobre amargas vorágines.

Apenas los colocan sobre la ancha cubierta,
estos reyes del cielo, torpes y avergonzados,
abaten tristemente sus grandes alas blancas
como dos remos rotos que arrastran a sus lados.

¡Qué débil y que inútil es este viajero
que si tan bello fue se convierte grotesco!
Uno quema su pico con su pipa encendida,
otro intenta imitar, cojeando, su vuelo.

El Poeta es igual a este rey de las nubes
que ríe de las flechas y vence el temporal;
desterrado en la tierra y en medio de las gentes,
sus alas de gigante le impiden caminar.


Charles Baudelaire

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 23 de marzo de 2008

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