Leopoldo Lugones, escritor de encrucijadas
Delfina Acosta

Muchos enormes poetas fueron masones. La masonería, la necesidad de querer captar los misterios de la existencia, el deseo de explorar territorios sobrenaturales, fantaciencia como manera particular de interpretar el mundo, atraían fuertemente al escritor argentino Leopoldo Lugones.

Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en Villa de María del Río Seco, provincia de Córdoba. Se inscribió en la logia masónica Libertad en 1899, dirigiendo la revista de esta institución. La obra de Lugones es un complejo actuar del pensamiento que se hace preguntas sobre los límites de la mente y del universo. Algo nada fácil, ciertamente, pero muy a tono con su gran talento y su curiosidad.

La necesidad de saber siempre más era parte de su personalidad. Lo atraían los conocimientos del espiritismo, el ocultismo y la teosofía. Hablando sobre ciencias ocultas, es posible decir que Leopoldo Lugones fue estimulado por el ocultismo a través del poeta nicaragüense Rubén Darío -simpatizante del ocultismo y admirador del escritor estadounidense Edgar Allan Poe- a quien conoció en 1896.

Leopoldo Lugones escribe cuento, poesía y ensayo. Romance del Río Seco es una magnífica obra suya. De ella dice Jorge Luis Borges: "Francisco Luis Bernárdez pensaba que de los muchos libros que integran la obra poética de Lugones, el mejor era éste. Comparto su dictamen".

Una lluvia literaria cargada de fantasía y de fuerzas sobrenaturales, por cierto, da vida a un libro de cuentos, Las fuerzas extrañas, aparecido en 1906. Leerlo y asombrarse ante un aire enrarecido, casi terrorífico, es una misma cosa.

Este erudito de producción literaria abundante, copiosa, designado primer presidente de la Sociedad Argentina de Escritores en 1928, resulta ser un ensayista consumado; un poeta de versos hermosos, profundos, melancólicos, tanteadores de la vida y de la muerte; un comentarista inquietante, un intelectual de raza, un ético hasta las consecuencias finales. Amigo de Rubén Darío y, como él, polémico, se gana la admiración y la simpatía de muchos escritores, y también la antipatía de otros tantos.

No fue sólo hombre de versos, ni mucho menos, sino también de pasiones políticas. En 1933, Leopoldo Lugones es designado jefe civil de un movimiento revolucionario y toma a su cargo la dirección doctrinaria de los grupos jóvenes de acción. Amigos y enemigos se le aparecen por doquier. Es un ser humano que sufre en carne propia, y a menudo, la censura.

Su figura es objeto de afrentas desde distintos sectores.

Todo se desborda para él el 18 de febrero de 1938, cuando decide poner fin a su existencia en una isla de El Tigre. Pero años antes ya había escrito estas líneas: "Dueño de su vida el hombre, lo es también de su muerte; porque en las situaciones sin salida, ésta es, decían los antiguos, la última puerta de la libertad. El suicidio estoico es un supremo derecho" .

Un poema de Leopoldo Lugones

La historia de mi muerte

Soñé la muerte y era muy sencillo;
una hebra de seda me envolvía,
y cada beso tuyo
con una vuelta menos me ceñía.

Y cada beso tuyo
era un día;
y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte es muy sencilla.

Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por solo un cabo entre los dedos...

cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste...

y solté el cabo, y se me fue la vida.


( De El libro fiel ) D.A.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 5 de Marzo de 2006

ABC COLOR

Ir a índice de América

Ir a índice de Acosta, Delfina

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio