El Observatorio

El laberinto
Delfina Acosta

También soy Química Farmacéutica. Seguí esta carrera relacionada con el sodio y el potasio porque me parecía práctica y expeditiva. Hace poco he comenzado a hacer algunos trámites (llenar solicitudes con mis datos personales, por ejemplo) pues cada vez que arranca un nuevo año hay que estar al día con el Ministerio de Salud Pública.

Odio la burocracia. Me parece una barrera a la buena voluntad y a la paciencia.

Detesto la burocracia que te secuestra una buena suma de dinero, para esto, para aquello, para las fotocopias, para las firmas, para los sellos y el visto bueno, y etcétera.

Hemos de reconocer que hay mucha gente que puede pagar honorarios a una persona hábil en el manejo de los papeles y deshacerse del ajetreo burocrático.

Pero yo no puedo pagar a un tercero. De modo que debo ir de aquí para allá, de ventanilla en ventanilla, a veces con la seguridad de que he hecho los trámites correctamente, hasta que después me sale una media cabeza por la ventanilla diciéndome que no, que me he equivocado, que no era así como debía hacer las tareas.

La burocracia nos hace perder tiempo, dinero y energía.

Es cierto: hay que abonar gruesas sumas de dinero al Estado para seguir manteniendo al funcionariado.

Sobre el sentido burocrático de la vida escribió Franz Kafka un libro llamado “El proceso”.

Iba el acusado (no sabía de qué lo acusaban, por cierto) a una oficina llena de gente ansiosa, con legajos en la mano.

Debía hacer gestiones. Trámites. Cada paso que creía avanzado después resultaba un paso atrasado o dado para los costados pues nunca podía llegar al expediente.

Así también yo me veo a mí misma con tantos papeles que debo poner al día.

Fui a la Facultad de Química, de San Lorenzo, con un sol de oro sobre mi cabeza.

Debía solicitar mi certificado de estudios.

Caminé por un verdadero laberinto. Pasillos y más pasillos se me ponían enfrente desafiando mi sentido de la orientación.

La Facultad de Química y Farmacia en la que yo me recibí no era ese mundo de oficinas, enormes aulas, salas, depósitos y bibliotecas por el que prácticamente vagaba sin rumbo fijo.

Y luego estaba lo del arancel.

El monto de dinero a pagar.

Y pagué una suma importante.

Me sentí como el humillado protagonista de Kafka. Era yo una víctima, pues.

Con la excesiva burocracia crece la desazón en la gente.

Debería buscarse un método más simple y sencillo que facilite las gestiones de las personas que realmente trabajan y levantan el país.

¿Por qué cargar a la gente trabajadora con papeleos e impuestos cuyo destino no vemos funcionando en la práctica?

¿Por qué insistir en un sistema alrededor del cual giran cientos de funcionarios ambiguos?

Debemos dejar de apremiar con la burocracia a la sociedad, de por sí ya fastidiada por la falta de dinero.

Nada sale en claro con tanta plata abonada por aquí y por allá.

Tanta exageración de papeles.

Tanto sello. Tanta firma.

Menos burocracia.

Más rapidez en el proceso de las cosas, por favor.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 17 de diciembre de 2008

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