La casa del escritor
Delfina Acosta

Cuando tú vas a Chile, y visitas la casa “La chascona”, de Pablo Neruda, te encuentras con su mundo de caracolas y millares de figuras alegóricas del mar y sus adentros.

Un amigo mío, Luis Hernáez, escritor también, me había dicho, hace mucho tiempo, que al llegar a la casa del poeta chileno, se sintió sobrepasado por algo inexplicable, y las lágrimas corrieron por sus mejillas.

“El espíritu del autor de ‘Veinte poemas de amor y una canción desesperada’ estaba presente en ese universo de minerales y de recuerdos”, me comentó, sobrecogido por la emoción.

Hace poco tiempo, estuve viendo por televisión, una de sus casas que se salvó de ser confiscada por el gobierno de Pinochet; me refiero a “La Chascona”. Las otras son La Sebastiana y la de Isla Negra.

Augusto Roa Bastos

La chascona se encuentra en una de las laderas del Cerro San Cristóbal, y, a juzgar por la cantidad de visitas registradas, es uno de los sitios que el turista más prefiere visitar. ¿Qué se encuentra allí? Pues el mundo mitológico del mar, elemento poético que tan bien manejó Pablo Neruda. Baste con decir que la decoración guarda semejanza con un enorme barco. Allí está su biblioteca, o sea, la herencia en libros que relata las lecturas seleccionadas por el Premio Nobel de Literatura. Se encuentran en “La chascona” cosas miles que quizás no digan mayor cosa a nuestra curiosidad, pero que, sin lugar a dudas, forman parte de su visión del hombre y de la época que le tocó vivir. El autor de Los versos del capitán, permanece entonces, “presto y solícito” para todos los visitantes del mundo.

“La Chascona” fue erigida en homenaje a Matilde Urrutia, la mujer de Pablo Neruda.

Para quien ya visitó el sitio, qué puedo decir. Pero para quien no vio nada, le dejo esta apreciación a la distancia, exagerada por la admiración que siento por el vate chileno.

Mucha falta hace en nuestro país lo que yo doy en llamar “La casa del escritor”.

MIENTRAS DEAMBULAMOS

Ocurre que somos bastantes los escritores que necesitamos un lugar donde encontrarnos, semanalmente, si es preciso, para echar a funcionar nuestros sueños primordiales: la publicación de nuestros textos en el Paraguay y en el extranjero.

Josefina Plá

Precisamos de un sitio donde sentarnos a charlar sobre literatura de otras latitudes, sobre nuestra realidad literaria, sobre cuanto podríamos hacer para dejar atrás nuestra condición de élite sin existencia, casi, en las librerías de los países de Sudamérica y de Europa.

Para lograr tantos objetivos, es imprescindible estar juntos, bajo un mismo techo. Es urgente profundizar, mediante las charlas, sobre aquello que hace a nuestra condición de autores éditos en nuestro pueblo, por cierto, pero inéditos en el resto del mundo.

Tantas obras, tantos buenos propósitos, se quedan en el camino, mientras deambulamos. Y desde la dispersión no se puede sino perecer - siempre - en el intento de llevar a buenos puertos los mejores planes.

Los literatos se apasionan durante las conversaciones. Después de la escritura, al escritor le apetece charlar con sus pares, recordar algún pasaje del libro del momento, traer a la memoria anécdotas, hacer críticas en torno al ambiente literario, tomar un café u otra bebida, leer una nueva obra, etcétera, etcétera.

NOVELES POETAS

Por otra parte, quiero contar una experiencia personal: De cuando en cuando, vienen llegando junto a mí, noveles poetas, en busca de conversación y de contactos con los escritores que viven en Asunción.

Yo me pongo en la situación de ese joven vate que llega de un pueblito lejano de la República, con sus poemas tipeados con una vieja máquina de escribir, en una carpeta. Al terminar la charla, le digo que siga leyendo a los clásicos y a los poetas de la nueva generación, que escriba mucho, que adopte la rutina de la palabra, que busque un guía o maestro, que investigue, pues la poesía es, entre otras cosas muy fundamentales, oficio. Oficio y práctica, así como una suerte de religión. Y me quedo pensando: “Bueno; este chico irá a su valle, y es probable que se desmoralice; ¿con quién hablará sobre versos?, ¿con quién discutirá?, ¿tendrá ganas de volver de nuevo a la capital, donde tampoco pasa gran cosa?

Si tuviéramos “La casa del escritor”, distinta sería la cosa. La casa estaría abierta todos los días a los interesados en la literatura.

Y yo imagino la casa como un sitio grande, con fotografías de los mejores novelistas, narradores y poetas del Paraguay, colgadas de las paredes.

Yo sueño con una casa que pueda ser visitada por alumnos de los colegios de la capital y del interior del país, para que ellos tengan acceso a los libros, a las numerosas obras de los artistas.

BIBLIOTECA VIVA

Es que precisamos una biblioteca viva, llena de sentido patrio y sentimental. Y también necesitamos un sitio donde puedan estar a la vista del público los objetos de gente como Elvio Romero, Hérib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos, Helio Vera, Josefina Plá, Oscar Ferreiro, Hugo Rodríguez- Alcalá, por citar solamente algunos nombres.

A veces, por dispersión, quienes escribimos nos perdemos de vista. Cuando vayamos a morir, ¿quién recogerá nuestros papeles?, ¿y nuestras fotografías, donde nos veremos más o menos melancólicos, alegres, o serios, se quedarán en el encierro de nuestra pobre casa? No. Deberíamos estar, después de nuestra partida, en un lugar público, para que los estudiantes tomen registro mental y emotivo de todos quienes intentamos, a través de la palabra, hacer más digna e ilustrada la existencia de los paraguayos.

LIBRADO A SU PROPIA SUERTE

Mi idea puede parecer frívola para algunas personas, pero tiene la seria intención de salvar del olvido a los escritores, y de transformar en una memoria viva los libros, los recuerdos, las máquinas de escribir, los manuscritos y las fotos de ellos.

En otros países, mejor dicho, en los países desarrollados, las casas de los novelistas se transforman en museos. El gobierno pone, de hecho, mucho interés en mantener lúcida la memoria de los artistas.

Aquí, en el Paraguay, el escritor vive librado a su suerte.

Importa más un político. El político está en la vidriera, en todos los medios de prensa. El escritor no gana el dinero que ganan los políticos. Los artistas son quienes dan la forma bella, el detalle escritural que faltaba a nuestra sociedad, pero raras veces aparece en la prensa. ¡Qué cosa triste!

Días pasados, estuve conversando con el Presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay, Luis María Martínez, quien me manifestó que, cuando estuvo en el Museo Británico, pudo observar con deleite y sorpresa, pertenencias literarias de autores ingleses desde el año 1400 en adelante. Con tono de admiración me decía: “Vi los poemas de puño y letra, corregidos, de Lord Byron, y de muchos más. Vi máquinas de escribir, objetos de uso privado, cuadernos, hojas sueltas, plumas, escritorios, manuscritos y todo cuanto alimenta la curiosidad y la fantasía”.

En España, las calles más importantes adoptan los nombres de los ilustres hijos de la lengua española.

Una sociedad que honra, con tal categoría, a sus intelectuales, es, obviamente, una sociedad que no sólo ha superado el atraso económico, sino además el atraso mental, que es la misma plaga y la desfiguración de la mentalidad.

Hay tantas casas en la capital que pertenecieron a Stroessner. Ellas son devoradas lentamente por los yuyales. El Estado debería donar una casa de las muchas comidas por los yuyos, a los escritores.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 13 de abril de 2008

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