La casa de Satán, de Emilia Piris Galeano 
Delfina Acosta

Acaba de editarse un libro de cuentos en Asunción, concretamente en la editorial Servilibro, que es un reflejo del buen camino emprendido por la literatura paraguaya en este siglo XXI, que ya no es tan recién nacido: La casa de Satán, de Emilia Piris Galeano. Y como ejemplo de este camino porque, sin ser un trabajo ambicioso, alcanza cotas respetables y demostrativas del buen momento que vive una literatura a la que se le atribuyó no hace muchos años que digamos una inexistencia de forma injustificada.

Emilia Piris Galeano sorprendió hace dos años junto a Marisol Palacios con un libro escrito a dúo: Cuentos a dos voces. Era una obra que enseñaba una característica que en la actualidad se ve confirmada por esta novedad: la variedad de registros y la buena escritura de la autora. Piris Galeano es capaz de confrontar la oralidad (“Preparativos para el retorno”), con la tercera persona distanciada (“Los vanos afanes”), la segunda persona (“La casa de Satán”), el microrrelato (“Por fin, las lilas”) y la primera persona (“El loco manso”), en una polimorfía de registros, voces y técnicas narrativas demostrativas de su buen conocimiento de la tradición literaria. Además, sus relatos se caracterizan por su temática variada también y por andar muy provistos de elementos donde se confunden la fantasía y la realidad, como en el cuento “La estafa”, o la urdimbre argumental bien tejida en esa magnífica trama elaborada desde la particular conciencia (o inconsciencia) de un niño en “Estrategia preventiva”, para conseguir la reaparición del equilibrio familiar. Como se observa, es un libro donde camina a sus anchas la libertad de movimientos de la ficción, ante hechos cotidianos, aunque a veces escapen de la referencialidad; hechos cotidianos que constituyen el eje central como punto donde la realidad se libera de un corsé que la mantiene atrapada.

Por esta razón, estamos ante un libro muy recomendable al que se le debe poner una objeción: su brevedad. Por decirlo en términos vulgares, el lector se queda con ganas de más; de más argumentos, de más cuentos, en suma. Pero estos trece relatos, que son premeditadamente trece por ser esta una cifra cargada de supersticiones y buena compañera de un título atractivo, nos hacen pensar en que muy pronto Emilia Piris Galeano será un nombre estimable dentro de las letras paraguayas contemporáneas.

 

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 29 de abril de 2007

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