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Juan Manuel Marcos
El invierno de Gunter
Delfina Acosta

Fue presentado El invierno de Gunter, del escritor Juan Manuel Marcos. La obra lleva el sello editorial de Intercontinental Editora.   

El libro El invierno de Gunter es una de las invenciones literarias más atrapantes y curiosas que he leído hasta la fecha dentro de la narrativa paraguaya.   

Las grandes figuras literarias de la literatura española (por ejemplo, Antonio Machado) y de todos los tiempos construyen un lenguaje (en este texto) que nos lleva a rememorar la surtida gama literaria que compone la biblioteca del mundo. El libro, de esta manera, convoca a leer o releer a los maestros de la poesía y de la narrativa universal. Se nota que al escritor lo invadieron los poetas y los novelistas y los artistas en general al abordar su obra prima.   

Por lo visto, el intuitivo escritor que es Juan Manuel Marcos ha hallado una manera inédita de expresión, dando paso a las figuras poéticas que hicieron un sensible camino en su condición de lector. Y de ensayista, por supuesto.   

Es una sucesión de versos, que van cayendo apasionadamente, parecieran, sobre tantos párrafos del libro.   

En algunos momentos, leer El invierno de Gunter me puso en la memoria fragmentos de otro libro afortunado como El beso de la mujer araña, del novelista argentino Manuel Puig. Esto ocurre porque las palabras se disparan solas, pero llenas de un surrealismo, y de una armonía, y de una búsqueda del amor, y de unas lamidas a las heridas del dolor propio y ajeno.   

El invierno de Gunter es una celebración del lenguaje. Hay metáforas, cánticos, himnos, ceremonias, imágenes, delirios, invocaciones religiosas, revelaciones del subconsciente, en sus páginas.   

El hilo de la historia contada tiene las llagas vivas que la dictadura de Stroessner dejó en los individuos que buscaban la libertad para un pueblo oprimido.   

En todo momento se puede respirar, vivir, sentir, las ganas de liberarse de esas garras bestiales que ejercieron un grado de perversidad y de angustia imposibles de tolerar.   

En este texto están presentes el suicidio, el amor, la intolerancia, el sexo, dentro de un callejón sin salida. Al menos, esa es mi percepción.     

A PASO DE VERSO   

A paso de verso puro, de prosa a veces poética, Juan Manuel Marcos vino a escribir esta obra que se convierte en un arquetipo de literatura, pues reúne todas las aristas de un castellano que muchos escritores quisiéramos desplegar en las páginas que a diario ocupan nuestra atención.   

La prosa del autor es rica y generadora de energía. Eso es muy bueno.   

Dice Tracy Lewis: “Con esta introducción a la nueva edición de la novela, me alegro de ayudar a facilitarle al lector la misma experiencia deleitosa que he tenido. Pero conste que no es solo al deleite que la novela nos invita. Más allá de la trama arrobadora, nos abre un mundo de hondas inquietudes, de comicidad magistral, de insondables solidaridades con fuerzas históricas y cósmicas y de posibilidades estéticas”.   

En la novela hay tramas literarias que tienen un efecto ponderable en el ánimo del lector.   

Hay varias vertientes, muy bien delineadas, pero por sobre todo, hay un modo y una manera de contar inusuales, como ya lo he señalado en el inicio de este comentario.   

Estamos, pues, ante una nueva forma escritural.   

Cada personaje es una puerta abierta al drama y a la revelación de una psiquis atractiva y aterradora a la vez.   

La importante formación cultural de Juan Manuel Marcos sirvió de eje al libro, pues donde quiera que caigan nuestros ojos, están desplegados sus vastos conocimientos sobre filosofía, historia, ciencia, religión y arte.   

UN FRAGMENTO:   

“Estaban en la sala de estudio Flaubert, cuando entró la directora, una religiosa encorvada, de escasa estatura y edad inmemorial, y tras ella, Cáceres, Azuaga y un novato vestido a la burgués y un bedel con un enorme pupitre a cuestas. Despertáronse las que dormitaban, y todas, como si las sorprendieran trabajando, se pusieron de pie y observaron con curiosidad al recién llegado: Azuaga encendía un cigarrillo taciturno entre la monja y el obispo. La directora, con un gesto autoritario, hizo que se sentaran, y después, dirigiéndose a la clase, carraspeó con voz grave...”

                     El círculo de tiza

Alguien lo habrá hecho   
De un solo trazo   
O debe ser la raya perfecta   
Que nos estuvo esperando   
Desde antes de la creación   
A mano   
Sobre el duro universo de la piedra   
Donde se dibujaron las perennes siluetas   
De los primeros enormes perfiles   
De los reptiles   
Y el hombre por ahí agazapado como un mandril   
Mientras envejecía la luna   
En la distancia   
A sus espaldas   
Apenas como señal de existencia   
Es un perfecto círculo de tiza   
Para marcar el descenso de vaporosas naves de otras galaxias   
Definido en la ruta larga de la noche   
Que anda hacia delante   
Perdiéndose siempre   
Y para siempre   
   
Tan fosforescente como distante   
Casi un territorio aparte   
Absolutamente inasible   
Como una linterna a punto de encenderse   
En medio de las complicaciones de la neblina   
Adonde uno puede llegar   
Bajo un paraguas y en lento paso de silencio   
Sin lluvia   
Pisando con los pies descalzos los primeros rocíos   
Fragmentados en formas geométricas   
Como alfombra galáctica   
Y un solitario abrigo muy triste   
Que llega con nosotros   
Y buscar otra vez en el bolsillo   
Un cigarrillo último   
Y lo ya antes previsto   
Golpear la puerta con los nudillos   
E ingresar como en la casa   
Sideralmente abandonada   
Y uno se toca el alma tremenda   
Como al despertar del sueño de un millón de años   
Y comprueba sólidamente que nunca ha partido a ninguna parte   
Tanteando a tientas las otras orillas ciegas   
Y la instalación de la pared del mundo   
Se nota que no debe estar muy lejos de allí.   
Juan Pastoriza 

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 21 de Noviembre de 2009

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