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El observatorio

Heterosexual
por Delfina Acosta

Soy heterosexual. Lo confieso aunque respaldan mi condición sexual señalada los muchos versos de amor al hombre que escribí, llora que te llora, ríe que te ríe (desde mi adolescencia hasta mi edad madura).   

Desde niña supe que nací para casarme o para vivir en concubinato. Solterona y con bigotes, nunca.   

He tenido muchos novios pues me gustaban sobremanera los hombres. Ya está. Uno, por su hombría. Otro por su caballerosidad. Otro por el pecado capital de su mirada atrevida. Otro por la inteligencia que le concedió la naturaleza. Y así...   

Encuentro natural decir lo que diciendo digo pues es la pura expresión de la verdad.   

Dentro de esta sociedad sofocada, a veces, por los prejuicios, yo me siento libre.   

Algunos lectores pensarán: ¿Y a quién importa la sexualidad de esta doña ?   
Creo que a nadie.   

Pero, visto y considerando que los tiempos están cambiantes y que las personas de cierto reconocimiento en la comunidad artística han empezado a hacer pública su sexualidad, me pareció oportuna la idea de contar que pertenezco al rebaño de mujeres que gustan del sexo opuesto.   

El cantante Ricky Martin confesó, carta mediante, su homosexualidad. Bien por él. Me parece muy humano el hecho de que un ícono del rock pop latino se haya desembarazado de una falsedad sexual ligada a la fama que alimentaba la venta de sus discos.   

No voy a caer en la tontería, en la superficialidad y en la falta de prudencia de sugerir que muchos homosexuales deberían “blanquear” su situación ante la sociedad. Cada cual sabe lo que debe o puede hacer partiendo de lo que su conciencia le hable.   

La naturaleza no produce, como una fábrica, productos de la misma serie y condición.   

La fábrica, por ejemplo, trae al mercado de la venta miles de envases de gaseosas idénticos.   

La naturaleza no es una máquina. De entre cientos de tréboles que nacen en el pasto de un patio, zas, aparece uno de cuatro hojas, distinto, único, que alguien toma y guarda entre las páginas de un libro para retener así la buena suerte.   

La naturaleza trae homosexuales al mundo.   

Los homosexuales no toman la decisión de ser distintos de los demás. No optan por mostrarse indiferentes ante una mujer de ojos poblados por la belleza y de cutis tocado por la tersura. No deciden sentir amor por alguien de su mismo sexo. Se enamoran y ya está.   
  
No debemos marginarlos, pues marginarlos significaría que somos necios o no podemos entender la función de la naturaleza en el acto de la Creación. Ella jamás “prometió” uniformidad total.   

Los homosexuales son gentes que se han destacado históricamente en las ciencias, las artes, la política, la literatura, la escultura, la danza, la música, el cine, el teatro. Paro de contar.   

¿Cómo discriminarlos? ¿Qué nos hace superiores a ellos?   

No solamente confieso que soy heterosexual. También confieso que no hago distinciones de amistad guiada por razones sexuales.   
  
Uno de mis libros de cabecera se llama “A sangre fría”. El material literario es obra de Truman Capote, gay.   

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 4 de Abril de 2010

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