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Gladys Carmagnola
La poesía estuvo siempre presente en mí
Delfina Acosta

Esta entrevista a Gladys Carmagnola la hice con el pleno convencimiento de que ella merece un halago, una atención muy especial de parte del Suplemento Cultural del diario ABC Color. Fiel a la poesía, Gladys Carmagnola ha tocado la cumbre del Arte. Y honra a esta página y a las letras paraguayas.    

—¿Cuándo llegó la poesía a ti?

—La poesía, como la siento y la entiendo, ejerce su don de ubicuidad dondequiera. ¿Por qué no en mí, para mí o donde vivo? No llegó a mí en un momento definido: estuvo presente siempre, en la voz de mi padre, amante y gran lector de poemas en voz alta, conmigo en sus rodillas mientras mi madre, en los trajines de toda mamá de cuatro hijos, anhelaba para ellos lo mejor. Me deleitaban los poemas de Rubén Darío y Amado Nervo en la voz de papá. Más tarde, una fría madrugada de agosto del 47, mirando aferrada a una alambrada de púas cómo nuestra bella casa se volvía llamaradas hacia al cielo, “supe” oscuramente que solo en un texto como los que me leía mi padre podía expresar el contraste de dolor y hermosura que ni mi voz y ni mis lágrimas lograban transmitir.

—¿Qué significa escribir poesía para Gladys Carmagnola?

—No quiero magnificar las cosas. Si hasta escribir por escribir tiene su relativa importancia, el escribir en serio, obedeciendo a la necesidad de expresar algo con herramientas específicas, logra la comunicación, a veces solo con uno mismo, aunque también con “ese otro” con quien compartimos los avatares y está allí, ávido de dar o recibir ese “algo” que las palabras ofrecen y que, escritas, duran un poco más que el breve lapso de nuestra permanencia aquí. Escribir, para esta que como yo se llama, es una forma de amar, de darse sin condiciones al menos en una cierta medida. Y escribir versos para el mundo infantil me pone completamente feliz. Recibo más de cuanto doy.   

—¿Qué factores o condiciones son necesarios y quizás imprescindibles para escribir bien?

—Tener algo que decir y saber hacerlo. En el caso de los poemas, sé que debe existir un gran deseo, una urgente necesidad de expresar algo. Conocer muy bien los gajes del oficio resulta utilísimo, porque impide las dudas que coartan la fluidez al ir dando forma al tema. Los conocimientos, la experiencia, cuanto mayores, mejor. Si hay talento poético, auténtico deseo de expresión y conocimiento de las herramientas, no existe barrera que no se desmorone, con mayor razón si el poeta ha aprendido a podar. Y un papel definitivo le toca a la ilusión.   

—¿Cuáles son los poetas universales que admiras y que quizás influyeron en tu “clima poético”?

—Universales o no, aquellos que amo desde el despertar, desde el amanecer ante la belleza, siguen incólumes en mí. Gustavo Adolfo Bécquer me es insustituible, exquisito en sus expresiones y en el fluir de nobles y bellos sentimientos poéticos con palabras cotidianas. (María Elena Walsh dice en un verso: “Gustavo Adolfo, yo te hubiera amado...”. Yo sigo amándolo en su poesía por cuanto en ella vivo). Rabindranath Tagore, antes de los veinte años, me deslumbró. El jardinero sigue aquí. Henry Longfellow, en su “Rainy day”, está en mí desde la adolescencia y en los días oscuros y tristes suelo repetirme: “Detente, triste corazón / y cesa ya de lamentarte...”. Emily Dickinson, que supo lo gran poeta que era, siempre me ronda: “Saber llevar nuestra porción de noche...” o “I’m Nobody…”. A Sor Juana Inés la convoco en su poema feminista. De todos heredamos algo todos. A Delmira, Gabriela, Juana, Alfonsina, añadiría el nombre Josefina (ni los pocos poemas de Safo, leídos traducidos, me han llegado tanto). ¿Por la traducción? Y todos los poetas incluidos en la antología de mi padre en un cuaderno de 200 hojas, porque él los amaba...   

Dos o tres libros de cabecera
 
¿Dos? ¿tres? ¡Demasiado pocos desde que recuperé la vista: 1) el Viejo Testamento, no tanto como quisiera y todos los poemarios a mi disposición (un poema encierra un mundo en pocos versos); 2) cuando me acosa la nostalgia de mi hermano, lo convoco leyendo, p.ej., Mucha tierra para un hombre (compartido con él a los doce años ignorando aún que era de Tolstói); y 3) cuentos de Bret Harthe, como “Los expulsados de Pocker Flat”; o los de Mark Twain; o de O’Henry..., o... Hace años no están literalmente en mi cabecera: Necesito dormir.   

—Haciendo una suerte de balance, ¿qué le reclamas a la vida? y ¿qué le agradeces?   

—“Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz”, citaba mi padre. No me siento autorizada a reclamar nada al Dador de todo en la vida; aun así, lamento la brevedad de nuestro tránsito aquí. Y agradezco cada partícula tangible o intangible a mi disposición: el amor, compartido o no y cada letra de las palabras que aguardan su turno para vivir.   
   
                                                                                       Traición   

                                                                        Oh mi país, de pulpa estremecida:   
                                                                        te hemos dañado a muerte el corazón.   

                                                                        Y te resta lugar para otra herida   
                                                                        de frente   
                                                                        o a traición.   

                                                                        Sabes por experiencia   
                                                                        –en carne viva–   
                                                                        que es aún más traidor   
                                                                        quien te ultraja o mutila   
                                                                        en nombre del amor.   
   
                                                                        Te dejo entonces sólo la caricia   
                                                                        de una flor   
                                                                        y la música antigua   
                                                                        de mi voz.   
   
                                                                        Ya no soporto herirme   
                                                                        al menos hoy.
   
   
                                                                 - de Depositaria infiel, 1992   
   
Gladys Carmagnola es el nombre con el que es conocida Gladys Felicia Carmagnola Herrera de Medina, nacida en 1939, en Guarambaré, departamento Central del Paraguay, pueblo de indios según los historiadores, bautizado por ella “Territorio esmeralda“, al que dedicó un libro con ese título.   
   
De ella ha escrito Hugo Rodríguez-Alcalá (+), Premio Nacional de Literatura, docente, intelectual y crítico de relevantes méritos: “He aquí una poetisa que tiene oficio y lo utiliza, que sabe escribir versos, que tiene algo propio que decir y lo dice con voz propia”. También la ha llamado “Embajadora del viento y de la lluvia...”.
   
La ilustre escritora y artista española, paraguaya honoraria, D. Josefina Plá(+), la ha calificado como “Poetisa por la gracia de Dios. Él le ha dado muchas de sus divinas gracias, entre ellas la sencillez en la profundidad…”.   

Y la palabra mayor que constituye la del Arzobispo Emérito, ex Canciller de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción del Paraguay, Monseñor Ismael Rolón, ha afirmado: “El corazón escribe en prosa y también en versos. ¡Ojalá la voz de Gladys siga hablándonos!”.   
   
Desde muy joven se dedicó a la escritura de poemas. Sus obras, no todas publicadas, incluyen libros para niños y para adultos.   
   
Para niños:   

El primero de ellos, del 13 de abril de 1965: *Ojitos negros, es de poemas de amor dedicados a un niño.   
   
A él siguieron: *Navidad, 1966, 1981;   
   
*Piolín, 1979, 1985; y en agosto de 2007, Santillana Paraguay lo incluyó en la Colección Alfaguara Infantil Internacional (ilustrado en cada edición);   

*Lunas de harina (Relatos de Cualquierparte), 1999, seleccionado por la Cámara Paraguaya del Libro y presentado ese año en el Salón del
Libro Iberoamericano de Gijón, Asturias, España;   
   
*Paseo al zoológico (con propuestas didácticas de Haydée Carmagnola e ilustraciones de Ani Ughelly), Intercontinental Editora, 2003.  y *Yo quiero ser“, Santillana Paraguay, Alfaguara Infantil, 2008.   
   
Para toda edad:   

Crónicas de Cualquierparte (2008), que mereció Mención de Honor del Premio Municipal de Literatura el mismo año.   
   
Para adultos, publicó:   

*Lazo esencial, 1982 y 1995, esta última con texto de Da. Josefina Plá y estudio crítico de Hugo Rodríguez Alcalá;   
   
*A la intemperie, Alcándara Editora, 1984 y Colección del Corcel, 1998;   
   
*Igual que en las capueras, 1989, que mereció el Premio José María de Heredia de la Asociación de Críticos y Comentaristas de Arte de Miami, EE.UU., 1985;   
   
*Depositaria infiel, 1992, que obtuvo el Premio Único de Poesía del Instituto Cultural Paraguayo Alemán, ese año;   
   
*Un sorbo de agua fresca, 1995 y 1996 (en vías de nueva reedición), Mención de Honor del Premio Nacional de Literatura 1995 del Congreso de la Nación, cuando el premio lo mereció D. Augusto Roa Bastos (Premio Cervantes);   
Premio El Lector de Poesía, 1995 y Premio Municipal de Literatura, compartido, 1996;   
   
*Territorio esmeralda, Intercontinental, 1997, Premio “Pluma de   
Oro Parker José-Luis Appleyard“, 1997, de la entonces Cámara Paraguaya del Libro;   
   
*Un verdadero hogar (1960-67), 1998;   
   
*Banderas y señales, 1999;   
   
*Río Blanco y antiguo, Intercontinental, 2002;   
   
*Una rosa de hierro, Colección del Corcel, 2005;   
   
*Poema de la celebración, Arandurã Editorial, 2005; y varios otros poemarios conmemorativos: 1965-1981-1982-1989-2002-2003.   
   
Su último libro es Crónicas de Cualquierparte, de abril de 2008, para todas las edades –relatos en versos– en los que moran los distintos sitios donde vivió la autora antes y después de la Revolución del 47, que obligó a su familia a dejar su “territorio esmeralda” y autoexiliarse en la República Argentina.   
   
Su libro inédito ¿De lodo, miel y lágrimas? resultó finalista en el “XXVIII Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística”, en Madrid, España (2008). Ahora en etapa de edición.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 11 de julio de 2010

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