Escritores y actitud
Delfina Acosta

La actitud del escritor dentro de la sociedad suele ser observada, en los últimos tiempos, con muchas expectativas por la gente. Es que el escritor es, no solamente un ser que aglutina ideas relevantes, pensamientos filosóficos, sentimientos abiertos a la comunicación, sino además, un individuo, que despojado, a veces, de todo límite se transforma, por la calidad de su lenguaje, en una suerte de vocero de la sociedad.

Cuántos poetas como Rafael Alberti, Mario Benedetti, Pablo Neruda, César Vallejos y otros se han pronunciado enfáticamente a favor de una causa social. Juan Gelman, el escritor argentino ganador del Premio Cervantes, hizo de la palabra una causa de conciencia, un fervor humanista.

Elvio Romero transformó su poesía en arma de lucha. Y ahora palpita en el recuerdo y en la admiración de las nuevas generaciones. Cada escritor debe trabajar con la palabra de la manera que le parezca correcta, o, en todo caso, cómoda, y eso es algo que queda, según mi entender, fuera de toda discusión.

Pero ubiquémonos, nosotros, poetas y escritores paraguayos, en este ambiente socio-político que nos toca vivir y pensemos qué podemos hacer por aquellos seres humanos que no tienen voz, que no tienen notoriedad ni presencia pública. Siento que es la hora de manifestar nuestra disconformidad radical ante un sistema de gobierno que está resquebrajando no solamente la economía del país sino además la moral y los valores cívicos.

Hay que llevar a la conversación pública los grandes y graves problemas que aquejan a nuestro país, antes de que den las doce campanadas de la noche. ¿Y cuáles son esos problemas? Pues carencia de fuentes laborales para los jóvenes, injusticia e impunidad campantes, éxodo de muchos compatriotas que van a otros lugares del mundo a buscar lo que aquí no encuentran, corrupción a gran escala. No puede ser muy difícil que los escritores nos pronunciemos, no alcemos la voz ante la creciente inseguridad que alarma a los paraguayos. No puede ser tan penoso que los artistas no nos rebelemos contra el estado de orfandad y de miseria en que viven miles de compatriotas. Hay muchos escritores paraguayos que a través de sus libros reflejan la patética vida de los obreros explotados, de las gentes marginadas. Pero también hay muchos escritores que se encierran en su mundo de cristal y no alzan siquiera un delgado hilo de voz para mejorar el país. Yo estoy convencida de que la sociedad aguarda mucho de nosotros. La sociedad, en definitiva, la hacemos todos. A veces, los escritores nos quejamos de nuestra realidad, pero no movemos un dedo para cambiar las cosas. Desde luego, hay muchas excepciones. Recordemos (si es preciso recordar) que no somos solamente escritores, creadores de sueños y fantasías, sino que somos, básicamente, seres humanos, tan dañados como los demás, por un sistema de gobierno que va sacándole los ojos, la boca y la lengua al Paraguay. No quisiera entrar en polémica, pues ese no es mi estilo. Quiero manifestar solamente mi enorme deseo de que los escritores llevemos al tapete de las discusiones los problemas sociales del país y las injusticias que le ocurren. Pongámonos de acuerdo y alcemos nuestra voz de protesta. La indiferencia apesta.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 5 de febrero de 2008

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