Don Quijote de la mancha y la depresión
Delfina Acosta

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Me llama la atención cómo los psiquiatras no aconsejan a los enfermos depresivos que lean algún material que les vaya despojando de ese dolor existencial, de esa carencia de motivación, de esas palideces que hacen su aparición con mayor fuerza a la hora crepuscular.

Por fin apareció una psicóloga quien apoya la lectura de Don Quijote de la Mancha, pues los pasajes felices del texto despiertan la risa en el aburrido; alegran y alteran las emociones de los comedidos, y dan, en términos generales, un fresco pasar y un sentimiento feliz a los cargados de tristeza y angustia.

Voy al texto de marras: “Por estos días, los medios de comunicación del mundo se han hecho eco de una noticia que involucra a Don Quijote de la Mancha, la obra maestra de Miguel Cervantes Saavedra, que no solamente es uno de los relatos más destacados de las letras españolas, sino que también es una de las novelas más traducidas de la literatura universal”. Según publica la revista Ñ, la psicoanalista Francoise Davoin ha asegurado que este indiscutido clásico podría ayudar a combatir la depresión y frenar la melancolía porque enseña a librarse “de las experiencias traumáticas”. Desde su punto de vista, en este relato abundan las “escenas de psicoanálisis”, ya que, por ejemplo, el hidalgo y Sancho Panza, su escudero y entrañable compañero “intentan comprender juntos qué les está pasando”.

El Quijote no es una literatura penosa, cansadora; antes bien, el genial Miguel Cervantes, calculó frase por frase, ambiente por ambiente, personaje por personaje, su novela, porque mucho sabía sobre el oficio de distraer y hacer reír al lector. Quizás él necesitaba distraerse, matar el ocio, y por eso echó a andar a su hidalgo Don Quijote por los caminos polvorientos del mundo para resolver entuertos. Para mí surge la revelación de que la lectura de grandes obras está ligada profundamente al estado anímico de la gente.

Así como Madame Bovary produjo en mi ánimo un sentimiento casi parecido al de la desesperación, privándome de la voluntad de trabajar durante una semana, pues en tan mal estado me hallaba, así también Don Quijote me ha servido para sortear con risa los males del mundo.

No es leyenda sino verdad que todo aquel que lee Don Quijote de la Mancha acaba riendo. Yo lo llamaría el libro sagrado de los vulgares y comunes.

El Quijote o Don Quijote es patrimonio artístico universal.

Es hijo de las letras castellanas.

Es sobrino, nieto, o hijo mismo de la medicina psiquiátrica.

Las obras maestras, los libros gloriosos de la literatura universal, han tenido éxito rotundo, porque sus autores encararon las frases, las palabras, con una sensibilidad y una imaginación que les costó cansancio, postración, elevación y gloria. Así, disfrutando y penando en el acto creativo, obtuvieron la singularidad, el estilo edificante y proveedor de elevaciones estéticas; ganaron terreno en los sentimientos y en las emociones de los lectores.

Don Quijote de la Mancha es un arma contra la depresión.

La obra es un largo, casi infinito chiste, que lleva reiteradas veces a la risa.

Tal como estabas

En el recuerdo estás tal como estabas.
Mi conciencia ya era esta conciencia,
pero yo estaba triste, siempre triste,
porque aún mi presencia no era la semejante
de esta final conciencia
Entre aquellos geranios, bajo aquel limón,
junto a aquel pozo, con aquella niña,
tu luz estaba allí, dios deseante;
tú estabas a mi lado,
dios deseado,
pero no habías entrado todavía en mí.

El sol, el azul, el oro eran,
como la luna y las estrellas,
tu chispear y tu coloración completa,
pero yo no podía cogerte con tu esencia,
la esencia se me iba
(como la mariposa de la forma)
porque la forma estaba en mí
y al correr tras lo otro la dejaba;
tanto, tan fiel que la llevaba,
que no me parecía lo que era.

Y hoy, así, sin yo saber por qué,
la tengo entera, entera.

No sé qué día fue ni con qué luz
vino a un jardín, tal vez, casa, mar, monte,
y vi que era mi nombre sin mi nombre,
sin mi sombra, mi nombre,
el nombre que yo tuve antes de ser
oculto en este ser que me cansaba,
porque no era este ser que hoy he fijado
(que pude no fijar)
para todo el futuro iluminado
iluminante,
dios deseado y deseante.

Juan Ramón Jiménez

 

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 5 de abril de 2009

ABC COLOR

 

Ver, además:

Miguel de Cervantes Saavedra en Letras Uruguay

 

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