A ciento veinte años de nacimiento de

Delmira Agustini
Delfina Acosta

Acaso este conocido poema de la poetisa uruguaya Delmira Agustini revela todo el patetismo de la creación poética, de la dura belleza con que la poesía le rondaba, en el colmo del absurdo, y en la excelencia de la lógica, mientras ella sobrellevaba su condición de mujer que escribía poemas en el pasado siglo.

Lo inefable

Yo muero extrañamente...No me mata la vida,
no me mata la muerte, no me mata el amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...

¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?

¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrazaba enteros y no daba un fulgor?

¡Cumbre de los martirios...! Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz...!
¡Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable...!
¡ Ah, más grande no fuera tener entre las manos
la cabeza de Dios!


Delmira Agustini

Se sabe que Delmira Agustini era una artista precoz. Adulta ya, solía escribir al vate nicaragüense Rubén Darío. Me refiero a las cartas donde le decía, le contaba los agudos padecimientos, las suspensiones mentales, y la falta absoluta de paz que sufría. El poeta comprendía el drama de la talentosisíma Delmira Agustini. La comparaba con Santa Teresa.

Se cuenta que ella pasaba días enteros, sin probar bocado alguno, en su cama. ¿Estaba poseída por el Arte? Pues tal vez sí. En determinados momentos, el Arte, que es esto, aquello, lo otro, y todo lo contrario, según la versión de los ordinarios e ingenuos de siempre, transforma en posesos, en enfermos mentales, en aturdidos, a tantos artistas que pasaron, que pasan por la vida “con sus alas de albatros”. Delmira reconocía en Rubén Darío, a su maestro. Y su buen maestro, el creador genial del modernismo, practicaba el ocultismo, el espiritismo, y se pasaba borracho como una cuba días enteros. En nada perjudico al hablar de esta manera de ambos genios. Ellos debían pagar la culpa de no ser mediocres, de abrir las ventanas de las claridades para los sucesores; ambos cargaban su equipaje de poemas y de raro viento hasta las cumbres y el consiguiente agotamiento . ¿Y qué decir de la difamación, la maldad, la envidia, la incomprensión de los poetas y escritores de la época que se ensañaron con el autor de Prosas Profanas ?

Esa impaciencia por producir, por sacar de adentro las oscuridades y las luces, aturdían a Delmira. Sus poemas tenían un costado metafísico, una técnica perfecta ( era una laboriosa de la versificación y estaba sujeta a las continuas correcciones ), y un sensualismo desacostumbrado que impactó en Montevideo. Ella narraba, contaba con erotismo las cosas tibias, seductoras, del amor.

Nació en 1886, dentro de una familia burguesa, según reza su biografía. A los veintiún años, es decir, en el año 1907, dio a conocer su primer poemario llamado El libro blanco. Después fueron apareciendo otras obras de su inspiración como Cantos de la mañana y Los cálices vacíos. Ah...era bella. Contrajo matrimonio en 1913, pero al cabo de dos meses, regresó a su casa diciendo a su madre ¡ No soporto tanta vulgaridad !

En 1914, murió asesinada por su marido quien después se suicidó. Después de su muerte se dieron a conocer dos poemarios más de su pertenencia: El rosario de los eros y La alborada.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 3 de diciembre de 2006

ABC COLOR

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