Crisis colorada
Delfina Acosta

Iba a escribir sobre aquel gol bicéfalo metido por Paraguay a Perú, que da pie a expresiones más o menos enfrentadas: “Tacuara hizo el gol; él mismo lo confesó a la prensa” o “Yo vi la pierna de ‘El pájaro’ pateando la pelota. Salió a festejar el gol corriendo”.

Iba a hablar, decía, sobre aquel gol mágico que hasta ahora se siente en el ambiente, en el ánimo de la gente que amaneció el lunes con alegría y con ganas de conversar sobre el rendimiento técnico de la Albirroja.
Está visto y comprobado que el fútbol acompaña al pulso, al dinamismo de las personas.
Un gol puede cambiar radicalmente el humor de las personas (o sea, instalar en el ambiente una sensación positiva) y definir muchas situaciones cotidianas.
Lo concreto, lo que nos alegra sobremanera, es que el equipo paraguayo mejoró notablemente su rendimiento y viene haciendo historia con su liderazgo de veintitrés puntos.
Pero ahora se habla sobre la crisis colorada. Ese es el tema. ¿Quiénes podrán poner un poco de sentido común dentro del avispero rojo?
Decía Castiglioni que el Partido Colorado no merece pasar por lo que está pasando al hacer referencia a su historia y a su fundador, el general Bernardino Caballero.
Cuando el Partido Liberal estuvo en el exilio los dirigentes liberales también decían que el Partido Liberal no merecía una situación tan humillante, proscripto como estaba.
El Partido Liberal en la llanura conoció, a través de sus principales seguidores, la persecución obstinada de los esbirros de la dictadura, la tortura en la carne viva y la cárcel.
No se merecían los liberales no acceder a cargos públicos por negarse a afiliarse al Partido Colorado; tampoco se merecían ser citados por los comisarios por echar al viento la polca “18 de Octubre” en algún pueblito sin haber solicitado el permiso correspondiente.

No se merecían tener detrás de sus sombras a los pyragues, quienes tomaban registros de las idas y venidas de ciertos individuos considerados sospechosos.
El mal que hicieron los colorados en el gobierno militar a los liberales es para pedir perdón. Y no hablo solamente de liberales perseguidos, sino además de febreristas, comunistas y otros que sufrieron la opresión y la intolerancia del totalitarismo.
Ahora los colorados se quejan. Y los que más se quejan son aquellos que se pasaron viviendo en la abundancia económica en los últimos tiempos.

Si tuvieron un ideario, jamás se enteraron, pues no son gente de doctrina y de ideales, precisamente.
No he observado a una turba, a una comunidad de colorados de la campiña, de los sitios pobres y soleados, disgustarse porque el Partido se encuentra en la llanura.
A la gente del campo, a los pobres y desatendidos, el Partido Colorado los desnutrió.
Están muy mal representados los colorados auténticos, pues quienes piden una reivindicación del partido del General Bernardino Caballero, no estuvieron trabajando, sudando codo a codo, con los colorados de abajo.
Pues que se arreglen ellos, los dirigentes, dentro de un juego camandulero, o como les parezca menos miserable.
Que se arreglen. A ver qué pasa. A ver qué bicho viene a nacer. A ver si pueden resucitar la patria después de haberla pulverizado y de llevarla a una condición de átomo.
A ver si pueden hacer una oposición inteligente, decente y sana como necesita el Gobierno.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 21 de octubre de 2008

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