Alfredo Pérez Alencart
Cristo del alma
Delfina Acosta

Escribir sobre Dios (que no es lo mismo que hacer escritura religiosa) fue tarea, diría yo hazaña del inmortal lenguaje español, precisamente por la fechas en que Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz ofrendaron los decires de sus sentimientos, de su misticismo, a Jesucristo.

Eran aquellos decires las expresiones más fervientes y más deliciosa y bellamente expresadas por tales poetas y otros que buscaban en la poesía lo que el vulgo no sabía expresar más que a través de letanías y rosarios en los templos.

El alma de un poeta convertido al evangelio tiene la voluntad de recrear su misticismo a través de palabras que suenan amorosamente.

No es fácil escribir poesía para Dios.

Alfredo Pérez Alencart, hombre y poeta, va trazando en su libro Cristo del alma, unos versos en los que dignifica y celebra la majestad de la figura divina. Versos bellos los suyos y buscadores del amor de Dios. Originalidad, fantasía sin límites son parte del alma del libro. Hay una figura humana, la del salmista David, que me viene a la memoria las veces que leo la ferviente prosa poética de Alfredo Pérez Alencart.


Así, por ejemplo:
“Señoréate en mí, Hijo, cuyas señales me cristianizan; y condéname a cadena perpetua si veo y enmudezco, si oigo fogosas soberbias y el interés me compra, me vende, me prostituye sin desmayo, cautivo del lujo procesionante, embotado hasta hacerme el dormido que religiosamente cumplió con su cuota de aleluyas. Ábreme tu silencio para recogerte la sangre resistente y cantar un salmo desconocido por el mísero pesebre que sigue abrigando tu larga misión a la intemperie, misión mía y de cualquier hermano humanísimo que atisbe el otro lado del vientre de los necesitados, gargantas ubicuas apurándose a tragar restos del festín de quienes delictuosamente dicen ignorar tus hechos”.

JESÚS EN VANO

Esta es la prosa que rasga la hipocresía de quienes pronuncian el nombre de Jesús en vano. El mismo poeta se sacude, hurga en su interior y no duda en sentirse culpable ante Dios para después pedir perdón. La prosa del poeta peruano-español busca la manera de compatibilizar los sutiles hilos literarios (que tienen sus reglas) con la presencia en su vida de Dios, Hijo y Espíritu Santo.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 3 de mayo de 2009

ABC COLOR

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