Cuestionario respondido por Rolando Revagliatti para la revista virtual de poesía “Tríada”: http://ar.geocities.com/triadapoesia & publicado el 1.12.2005. |
Bitácora Como ilustré ya en tantas entrevistas, a mi temprana avidez por la lectura añadí el fervor por la locución, las imitaciones vocales, el canto. Y por el recitado. Por el recitado gauchesco, por el recitado de versos lunfardos, por el recitado de textos sentimentales. Así fue que obtuve un éxito estruendoso cuando en el acto de finalización de la escuela primaria, superando la muy agobiante timidez, representé a mi sexto grado, turno mañana, encarando una dramática poesía de mi tío político, Jerónimo Sureda, quien había sido letrista de los valsesitos, rancheras y tangos que difundieran el trío Sureda y algunas orquestas típicas en la década del treinta. Será
por esas inmersiones que me encabalgué en la confección de letras de
twist, zambas, milongas, boleros, chacareras, que me brotaban ya con una música
rapiñada a todo el acerbo musical a mi alcance. Escribí, además, versos
rimados, de pátina existencial o provocativa, y progresivamente me fui
saliendo (huyendo) de esos lares lodosos y remanidos e incursioné en el
verso libre. A los 17/18 pirulos me hice de amigos y una amiga (que llegó
a ser una mina con la que salía, que llegó a ser mi novia, que llegó a
ser la infortunada que jamás debió haberse casado conmigo mientras yo no
estaba para casarme con nadie), amigos que escribían poemas. De 1972 son los primeros textos (excepto tres o cuatro de mi adolescencia tardía) que integraron mi primer libro, unos dieciséis años después: "Obras completas en verso hasta acá", cien poemas multipublicados en decenas y decenas de medios gráficos de numerosos países de América y Europa. Yo había escrito un montón de obras teatrales breves en el lapso en el que estuve "en carrera actoral", carrera que abandoné en noviembre de 1976, aunque luego produje espectáculos teatrales ya sin espectativas de profesionalizarme. Mis propuestas dramáticas llamaron la atención de Griselda Gambaro, de Patricio Esteve, de Alberto Ure (por quien fui dirigido en una versión inaudita de "Casa de Muñecas" de Ibsen), de Miguel Bejo (quien no llegó a consumar la filmación de una de mis obras), entre otros. Y aparecieron reunidas las cinco que sigo valorando, en el volumen titulado "Las piezas de un teatro" (que eso son, de "un" teatro, rozado por el absurdo, y por el que recibiera el mote de "Beckett gaucho"). Y concurrí a talleres literarios, sobre todo cuando me propuse introducirme en la narrativa. Hice taller, con algunos escritores integrado a un grupo: Enrique Medina, Abelardo Castillo, Liliana Heker, Daniel Rubén Mourelle; con otros, en encuentros individuales: Marta Braier, Sergio Mauricio Kisielewsky, Juan José Hernández, Arturo Carrera (acaso esté olvidándome de alguien). Con unos, durante períodos de un año o más y con otros, de meses o semanas. Así es como aparecieron mis libros de cuentos y relatos "Historietas del amor" y "Muestra en prosa". Ahora, a la espera de la inminente salida de mi poemario décimo quinto, "Del franelero popular", incorporado a un volumen con otros seis autores, en una colección de Ediciones del Pez Amarillo, estoy de lo más involucrado con los alcances de la Internet. Por eso ya nueve de mis libros han sido reeditados electrónicamente.
Si me obligo, responsablemente, a discernir respecto de autores que me punzaron con su influencia fundacional, me retrotraigo a la adolescencia, salteándome a mis queridos Yamandú Rodríguez, Alfonsina Storni, Evaristo Carriego y Pedro B. Palacios, de mi niñez ya, de mi pre-adolescencia, y doy con Julio Huasi, con César Fernández Moreno, con Nicolás Olivari; doy con Nicolás Guillén, con Antonio Porchia, con Pablo Neruda, con Walt Whitman, con César Vallejo. En tren de elegir a tres: Julio
Huasi |
Viviana, Abnur
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